“Se acercó a él y le vendó las heridas, echándoles aceite y vino; y lo cuidó” (Lc 10,34-35)
Cuando todo el mundo va a lo suyo, entonces solo unos pocos –los que tienen más suerte- “triunfan”. De algún modo toca ir “a lo de otros”… preocuparse para que las sonrisas adornen rostros ajenos. Desear el bien de quien sufre –más allá de las propias tormentas. Pensar “qué puedo hacer por ti…” y tratar de hacerlo. Tirar de otros con las fuerzas (muchas o pocas) que tengas. Transmitir esa pasión que a veces uno descubre en la vida, aunque no siempre la sienta. No es un camino fácil, y a veces cuesta tomarlo… pero es un camino bueno. Y, de paso, alguna vez nos encontraremos con quien nos susurre, con divertido cariño, palabras que encenderán en nosotros el júbilo.
¿A quién alegro?
¿Cómo cuido a la gente de mi vida?
pastoralsj
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