Hace unos días vi Spotlight,
producción de Tom McCarthy reciente ganadora del Oscar a mejor guión original y
mejor película, que narra la historia real de cómo un grupo de investigación
del diario norteamericano Boston Globe, apodado Spotlight, destapó una
red de abuso infantil amparada y encubierta en el seno de la Arquidiócesis de
Boston. El clima que la película logra en 129 minutos produce una montaña rusa
de sentimientos que pasan de la pena a la rabia, hasta la impotencia y
frustración. Spotlight es una película difícil de ver, sobre todo para quienes
somos partícipes de la Iglesia Católica; McCarthy hecha sal en una herida que
aún no para de sangrar, y que nos compete a todos. Como católico practicante,
el llamado de atención que hace esta película no puede pasar desapercibido.
El Apóstol Juan escribía “Y conocerán la verdad,
y la verdad los hará libres” (Jn 8, 32), la historia que cuenta esta
película es tristemente una historia que nos ha dado a todos una gran bofetada.
Los últimos casos de abusos en Chile y el mundo han puesto a la Iglesia
nuevamente en tela de jucio y a sus autoridades acusadas de ser encubridoras y
cómplices de las atrocidades cometidas. El dolor que causa esta verdad no nos
puede cegar ni blindar, sino que tiene que ser un motivo para actuar. La
búsqueda de la verdad es un asunto que urge en nuestra Iglesia, tanto por
justicia como por un profundo amor al prójimo. En el film un abogado defensor
de víctimas de abusos le pregunta al periodista Walter Robinson “¿Dónde
estabas?” cuando los casos comenzaron a destaparse, increpándolo por no
haber actuado. ¿Dónde estamos nosotros? ¿Qué estamos haciendo por nuestros
párrocos, por nuestras comunidades?
“La Iglesia por años permite abusos de un sacerdote”.
Así titulaba el Boston Globe el reportaje sobre la investigación de los
abusos. Y es que no nos podemos escandalizar. Como se nos ha dicho muchas
veces, la Iglesia somos todos, y los abusos, las puertas cerradas y la
exclusión son una realidad que hemos dejado pasar en muchas ocasiones, ya sea
mirando para otro lado o actuando con soberbia ante aquellos que siendo los más
necesitados de la acogida de Cristo a través de la Iglesia son echados fuera,
maltratados o ignorados. El psiquiatra que investigaba los patrones
psicológicos de los sacerdotes abusadores le decía al periodista Michael
Rezendez que a pesar de todo el pecado y la inmundicia que veía en su trabajo
seguía siendo católico. Le decía que la Iglesia es una institución, y que al
estar hecha por hombres, es falible, “pero fijo mi fe en lo eterno”. Los
escándalos, las dudas, las acusaciones y los hechos nos deben hacer sentir
responsables, pero no nos deben hacer caer en la desesperanza. Los que somos
católicos y nos identificamos con el mensaje del Evangelio, tenemos que confiar
en que a pesar de todo el pecado, Dios no abandona a su obra, y cuenta con
nosotros para realizarla. Ante la corrupción, actuemos dando el ejemplo en
nuestras comunidades. Ante los abusos, estemos atentos a nuestros sacerdotes y
hagamos de nuestras comunidades, movimientos y parroquias lugares de encuentro,
de diálogo y de oración.
Seamos Iglesia abierta. Volvamos la mirada a Jesús
y pensemos qué nos diría ante esta situación. “Repara mi Iglesia” le
dijo en una visión a San Francisco de Asís. ¿Nos resuena ese llamado? Reparemos
una Iglesia herida de injusticia, trabajemos para que Dios ilumine los
corazones de aquellos que tienen el poder, de los que sumidos en el pecado
atropellan la dignidad de nuestros hermanos.
Perspectiva Evangélica y el Año de la Misericordia.
El Papa Francisco dice que “La Misericordia es el corazón del
Evangelio”. Incluso para quienes somos católicos es difícil pensar en la
misericordia cuando estamos frente estos casos. Vivimos en una
época marcada por la corrupción y un anhelo de ajusticiamiento ante la impotencia
de quienes quedan impunes tras cometer delitos o ejercer influencias. La
justicia de los hombres es importante, sin embargo a menudo olvidamos que lo
más importante es el alma y la dignidad de la persona, sin importar cuanto
pecado y sombra haya en su corazón. Desear la salvación y el arrepentimiento de
aquellos que cometen e encubren abusos no significa ignorar que deben ser
sancionados y puestos a disposición de las autoridades. Jesús le prometió el
cielo a un ladrón crucificado junto a Él, de esa manera nos interpela a no
dejarnos llevar por el odio, sino que a actuar de forma responsable y desde una
aproximación al Evangelio que nos permita ver que entre tanta inmundicia late
un corazón creado por Dios que anhela la salvación. En el Año de la Misericordia
tengamos presente que la búsqueda de la verdad y la justicia debe ser guiada a
la luz del Mensaje de Jesús, y que la construcción de una Iglesia abierta,
justa y fraterna es una tarea de todos quienes somos partícipes de ella.
Spotlight es,
absolutamente, una película necesaria. Todo quien participa de una parroquia,
quien tiene a cargo un grupo, quien está agrupado, quien se siente partícipe de
nuestra Iglesia Católica y quiere que sea Santa, tiene que verla.
José María Jarry
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