Wednesday, March 02, 2016

Spotlight: una bofetada para todos. por José María Jarry


Hace unos días vi Spotlight, producción de Tom McCarthy reciente ganadora del Oscar a mejor guión original y mejor película, que narra la historia real de cómo un grupo de investigación del diario norteamericano Boston Globe, apodado Spotlight, destapó una red de abuso infantil amparada y encubierta en el seno de la Arquidiócesis de Boston. El clima que la película logra en 129 minutos produce una montaña rusa de sentimientos que pasan de la pena a la rabia, hasta la impotencia y frustración. Spotlight es una película difícil de ver, sobre todo para quienes somos partícipes de la Iglesia Católica; McCarthy hecha sal en una herida que aún no para de sangrar, y que nos compete a todos. Como católico practicante, el llamado de atención que hace esta película no puede pasar desapercibido.

El Apóstol Juan escribía “Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Jn 8, 32), la historia que cuenta esta película es tristemente una historia que nos ha dado a todos una gran bofetada. Los últimos casos de abusos en Chile y el mundo han puesto a la Iglesia nuevamente en tela de jucio y a sus autoridades acusadas de ser encubridoras y cómplices de las atrocidades cometidas. El dolor que causa esta verdad no nos puede cegar ni blindar, sino que tiene que ser un motivo para actuar. La búsqueda de la verdad es un asunto que urge en nuestra Iglesia, tanto por justicia como por un profundo amor al prójimo. En el film un abogado defensor de víctimas de abusos le pregunta al periodista Walter Robinson “¿Dónde estabas?” cuando los casos comenzaron a destaparse, increpándolo por no haber actuado. ¿Dónde estamos nosotros? ¿Qué estamos haciendo por nuestros párrocos, por nuestras comunidades?

“La Iglesia por años permite abusos de un sacerdote”.
Así titulaba el Boston Globe el reportaje sobre la investigación de los abusos. Y es que no nos podemos escandalizar. Como se nos ha dicho muchas veces, la Iglesia somos todos, y los abusos, las puertas cerradas y la exclusión son una realidad que hemos dejado pasar en muchas ocasiones, ya sea mirando para otro lado o actuando con soberbia ante aquellos que siendo los más necesitados de la acogida de Cristo a través de la Iglesia son echados fuera, maltratados o ignorados. El psiquiatra que investigaba los patrones psicológicos de los sacerdotes abusadores le decía al periodista Michael Rezendez que a pesar de todo el pecado y la inmundicia que veía en su trabajo seguía siendo católico. Le decía que la Iglesia es una institución, y que al estar hecha por hombres, es falible, “pero fijo mi fe en lo eterno”. Los escándalos, las dudas, las acusaciones y los hechos nos deben hacer sentir responsables, pero no nos deben hacer caer en la desesperanza. Los que somos católicos y nos identificamos con el mensaje del Evangelio, tenemos que confiar en que a pesar de todo el pecado, Dios no abandona a su obra, y cuenta con nosotros para realizarla. Ante la corrupción, actuemos dando el ejemplo en nuestras comunidades. Ante los abusos, estemos atentos a nuestros sacerdotes y hagamos de nuestras comunidades, movimientos y parroquias lugares de encuentro, de diálogo y de oración.
Seamos Iglesia abierta. Volvamos la mirada a Jesús y pensemos qué nos diría ante esta situación. “Repara mi Iglesia” le dijo en una visión a San Francisco de Asís. ¿Nos resuena ese llamado? Reparemos una Iglesia herida de injusticia, trabajemos para que Dios ilumine los corazones de aquellos que tienen el poder, de los que sumidos en el pecado atropellan la dignidad de nuestros hermanos.

Perspectiva Evangélica y el Año de la Misericordia.

El Papa Francisco dice que “La Misericordia es el corazón del Evangelio”. Incluso para quienes somos católicos es difícil pensar en la misericordia cuando estamos frente estos casos. Vivimos en una época marcada por la corrupción y un anhelo de ajusticiamiento ante la impotencia de quienes quedan impunes tras cometer delitos o ejercer influencias. La justicia de los hombres es importante, sin embargo a menudo olvidamos que lo más importante es el alma y la dignidad de la persona, sin importar cuanto pecado y sombra haya en su corazón. Desear la salvación y el arrepentimiento de aquellos que cometen e encubren abusos no significa ignorar que deben ser sancionados y puestos a disposición de las autoridades. Jesús le prometió el cielo a un ladrón crucificado junto a Él, de esa manera nos interpela a no dejarnos llevar por el odio, sino que a actuar de forma responsable y desde una aproximación al Evangelio que nos permita ver que entre tanta inmundicia late un corazón creado por Dios que anhela la salvación. En el Año de la Misericordia tengamos presente que la búsqueda de la verdad y la justicia debe ser guiada a la luz del Mensaje de Jesús, y que la construcción de una Iglesia abierta, justa y fraterna es una tarea de todos quienes somos partícipes de ella.

Spotlight es, absolutamente, una película necesaria. Todo quien participa de una parroquia, quien tiene a cargo un grupo, quien está agrupado, quien se siente partícipe de nuestra Iglesia Católica y quiere que sea Santa, tiene que verla.

José María Jarry


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