PARÍS- «¡Socorro, amigos míos! Una mujer ha muerto congelada esta noche a las tres de la madrugada en la acera del Boulevard Sebastopol, asida al papel en el que le habían notificado, anteayer, la expulsión de su domicilio». Con estas dramáticas palabras, el abate Pierre arrancó el discurso que, el 1 de febrero de 1954, lanzó a todos los franceses desde las ondas de radio Luxemburgo.
Ese relato fue el primer episodio público de un combate por los más necesitados que terminó ayer, a las 5.25 de la madrugada, cuando el religioso galo, fundador de la organización caritativa laica Compañía de Emaús, falleció en el hospital parisiense de Val de Grace.
Tenía 94 años de edad y «ganas de morir», según reconoció meses antes de que una infección pulmonar apagase su vida. Su vida, dedicada a la defensa de los más desfavorecidos, y su inquebrantable humor le convirtieron en un icono de la solidaridad y en el personaje público más querido por los franceses año tras año. Quien mejor resumió ayer la trascendencia moral del abate Pierre fue el presidente Jacques Chirac: «Francia pierde una inmensa figura, una conciencia, la encarnación de la bondad». El lema de este cura de gesto bonachón, barba afilada, sempiterna sotana e inseparable boina negra fue «dar de comer antes de evangelizar».
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