Sunday, January 28, 2007

VINO A LOS SUYOS Y LOS SUYOS NO LE RECIBIERON

1. - Allí está el viejo Rabí de barba blanca que enseño a Jesús de niño las Escrituras. También el rico del pueblo, en cuyos campos trabajó Jesús de joven, no pocas veces, y Joaquín el dueño de la única posada del pueblo, al que Jesús arregló la azotea, y hasta los primos y los hijos de su tía Judith. Todas aquellas caras son caras conocidas y, como en pueblo pequeño, Jesús ha tratado con ellos muchas veces.
Le miran y le admiran como un superman que ha vivido entre ellos y que hace milagros. Esperan ver sus prodigios, su doctrina, les importa poco y eso lo presiente Jesús y se lo dice claramente. Son el anciano Rabí, el rico del pueblo, Joaquín el posadero y sus primos, los que le arrojan del pueblo.
Vino a los suyos y los suyos no le recibieron. Esta frase de Juan está dramatizada y escenificada en esta sinagoga de Nazaret. No son los vecinos de Nazaret, como no serán los judíos de Jerusalén los que rechacen a Jesús. Es la historia de toda una humanidad que, admirando a Jesús, lo rechazan cuando tropiezan con sus exigencias, y cómo los mismos parientes de Jesús lo tratan de loco. Vino a los suyos y los suyos lo recibieron.

2. - Nosotros somos de los suyos y le admiramos, pero cómo reaccionamos ante sus exigencias poco cuerdas, por no decir de loco. ¿Somos unos grandes intérpretes de sus palabras tajantes?
—Ama a tu enemigo. Bueno, yo ya perdono, pero amar no es posible.
—Si te abofetean, pon la otra mejilla. ¿Y la dignidad y la justicia?
—Si te piden la capa, da también el manto. Toda exageración es mala.
—Toma tu cruz y sígueme. No hay que ser masoquistas.
—Dalo todo a los pobres. Pero ¿Quiénes son los pobres, Señor?

3. - “Y Jesús abriéndose paso entre ellos, se alejaba”.
—Se aleja Jesús cuando se aleja de nosotros alguien que nos tendió la mano y no la atendimos.
—Se aleja Jesús, cuando nos ve, tan absortos, en el dinero, en divertirnos, en la impureza, que su voz no llega a nuestros oídos.
—Se aleja Jesús cuando llega a la puerta de nuestro castillo y nos encuentra cerrados en nuestro egoísmo.
—Se aleja Jesús cuando nuestro trato con Dios se asemeja a nuestro interés por las rebajas de los Grandes Almacenes.

4. - Si somos de los suyos, tenemos que aceptarlo como es: hijo del carpintero, hombre como nosotros; Hijo de Dios, pero no milagrero; bondadoso y comprensivo, pero exigente; perseguido por decir la verdad. Caminando delante con su cruz para que le sigamos, cada uno, con la incomprensible cruz de nuestra vida. Así se podrá decir que “vino a los suyos y los suyos le recibieron, tratando de comprenderle”.

José María Maruri, S J

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