Marcos 3, 7-12
En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago, y lo siguió una muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la Transjordania, y de las cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Cuando lo veían, hasta los espíritus inmundos se postraban ante él, gritando: "Tú eres el Hijo de Dios." Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Pensamientos sobre el pasaje de hoy
En una frase, Marcos relata la enorme convocatoria de Jesús. Para escucharlo y sentir su mano sanadora, la gente caminaba cien millas desde Jerusalén y más al sur, desde las tierras al este del Jordán y desde las ciudades mediterráneas de Tiro y Sidón.
Al comenzar la Octava de la Unidad de la Iglesia, percibimos la convergencia de millones de creyentes que aman a Jesús y oran al Padre a través de Él. Que podamos tocarlo y escucharlo; pero nunca reclamarlo como propio.
De Espacio Sagrado
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