Sunday, October 26, 2008

Homilía de Betania: LO IMPORTANTE ES AMAR: A DIOS Y AL PRÓJIMO

Por José María Martín Sánchez OSA


1.- Una pregunta maliciosa. Continúa en el evangelio de este día la confrontación de Jesús con las autoridades religiosas judías, que no aceptan su mesianismo ni su interpretación de la Ley. El evangelio según San Mateo presenta a Jesús como el nuevo Moisés, el Maestro de la nueva ley. Para Mateo la iglesia era el nuevo Israel, por lo tanto, la ley tenía gran importancia en su comunidad. En el texto de hoy Jesús ya está en Jerusalén y el ataque de sus enemigos no descansa. Encontramos a los saduceos tratando de lograr lo que sus rivales los fariseos no habían conseguido: ridiculizar a Jesús. Sabiendo que la Ley contenía alrededor de 613 mandamientos, los saduceos se valieron de un maestro de la ley para hacerle a Jesús una pregunta absurda: ¿cuál es el principal mandamiento? La pregunta parece cargada de inocencia, pero era delicada hasta el extremo. Porque los doctores judíos no acababan de resolver nunca el intrincado problema. - El primer mandamiento es: El Señor Dios nuestro es el único Señor; por lo mismo, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Hasta aquí, los enemigos podían estar acordes con Jesús. Era un pasaje tomado de Moisés, que todos los judíos recitaban cada día como la primera oración, y aún hoy la repiten con una gran fe. Pero Jesús sigue, sin interrupción, con una segunda parte inesperada: - Y el segundo mandamiento es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Jesús da un paso más, y cierra para siempre la cuestión tan debatida en las escuelas de los rabinos.



2.- Dimensión vertical y horizontal del amor. Muchas veces oímos en la Iglesia el Evangelio sobre el mandamiento del amor. Es natural, pues constituye la quintaesencia del mensaje de Jesús. Si aprendemos bien esta lección, lo sabemos todo. Si ignoramos esta página, no sabemos nada. Jesús juntó los dos mandamientos más importantes que no aparecían unidos en la ley. Uno, el del amor a Dios (Deuteronomio 6,5). El otro, el del amor al prójimo (Levítico 19:18), para así demostrar su conocimiento de la ley y resumirla toda en una síntesis magistral del mandamiento principal. Se trata de amar, no como yo me amo, sino a la medida del amor con que Jesús nos amó. Jesús asoció el mandamiento del amor a Dios con el mandamiento del amor al prójimo, y los presentó como inseparables. La Alianza entre Yahvé y el pueblo de Israel tenía dos dimensiones: la vertical y la horizontal: fidelidad a Dios y cuidado de los pobres y los forasteros. La Alianza les recordaba a los Israelitas que Dios los amaba y que ellos tenían que compartir ese amor con todo el pueblo de Dios. El Éxodo propone claramente cómo hay que tratar al extranjero y al pobre: no oprimirás ni vejarás al forastero, no explotarás a viudas ni a huérfanos. Dios escucha los gritos de los oprimidos y no desatiende sus súplicas. No podemos decir que amamos a Dios si estamos rechazando al extranjero o le explotamos miserablemente...



3.- El amor no es un sentimiento, es algo más. El amor-eros se refiere al amor de pareja, hombre-mujer, mujer-hombre. Es el amor reflejado hacia la intimidad de pareja. Sexualmente es un amor erótico. El amor-filial es el amor dirigido hacia las personas más allegadas (familiares, amigos y personas allegadas). Es un amor entre personas conocidas, de estima para la vida de uno. Este amor depende de las emociones y circunstancias involuntarias. El amor-ágape es el amor más grande que puede haber, es el amor que proviene de Dios, del cual Él es el origen, el medio y el fin. La palabra ágape denota una buena voluntad que siempre busca el bien de la otra persona y no el suyo, no importa lo que haga; es un amor sacrificado que da sin pedir nada a cambio. El amor ágape depende más de la voluntad que de la emoción, es un amor incondicional de Dios para el mundo. Es el amor de Dios, de éste depende todo. Se evidencia claramente en la profunda entrega que Dios Padre tuvo para con la humanidad al darnos a su único hijo para perdón de nuestros pecados. El amor total de Dios nos capacita para amarnos a nosotros mismos y a nuestro prójimo. El amor no es un sentimiento, es una decisión. Al decidir amar a una persona se decide honrarla con actos de amor sin importar nuestros sentimientos. ¿Cómo respondo a estos dos mandamientos en mi vida diaria? ¿Soy capaz de dejar a un lado los chismes y la envidia para convertirme en un agente de paz en mi familia, centro de trabajo o parroquia? Como escribió muy acertadamente Carlos Carretto en uno de sus libros “lo importante es amar”

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