Sunday, October 26, 2008

A la espera del padre

24-Octubre-2008 Leonardo Boff


Fui a ver algunas veces la película Central do Brasil del cineasta brasilero Walter Salles. Trata de la conmovedora historia de un niño, huérfano de madre en Río, cuyo padre vive en el nordeste, carpintero, pero se ha dado a la bebida. Una ex-profesora de primaria que escribe cartas a pedido de analfabetos le sirve de guía. El niño quiere a toda costa conocer al padre que está lejos.


La profesora lo acompaña en un viaje lleno de dificultades hasta identificar la casa donde vivía el padre en el interior nordestino. Cuando llega, descubre que el padre ha ido a Río a buscar a su hijo. Tremendo equívoco: el hijo sale de Río y va en busca del padre al nordeste y el padre sale del nordeste y va en busca del hijo a Río. La historia termina en un impase. Ninguno encuentra al otro, pero ambos se quedan esperando.


Esta película, premiada en el mundo entero, representa una brillante metáfora de la figura del padre ausente y del hijo abandonado. Todos dicen al niño que su padre no vale nada, pero no importa: él corre tras el arquetipo del padre. El arquetipo es una fuerza poderosa que mueve a las personas en busca del padre real. En él quiere encontrar al héroe, la referencia básica, el sentido de orientación, el respeto a los diferentes y el aprendizaje de límites necesarios para la convivencia.


Si el hijo necesita orientación, el padre siente el deber de ofrecerla. Sólo en esta conjunción entre la necesidad de uno y el deber del otro, se dan y se crean las condiciones para una educación adecuada del hijo, hasta que llegue a ser padre de sí mismo.


Hoy día hay un resignado eclipse de la figura del padre. A causa del trabajo y de las obligaciones sociales el padre está mucho tiempo ausente de casa. El hijo siente un vacío que nadie puede llenar. El conocido psiquiatra infantil Donald R. Winnicott nos mostró detalladamente cómo funciona la lógica psíquica en los dos a tres primeros años de vida. Primero aparece la influencia de la madre que le garantiza el sentimiento de acogida y de amor incondicional. De ahí resulta la autoestima y la seguridad. Después viene la figura del padre. Él es el puente entre el universo familiar y el mundo de los otros y de la sociedad en general. El niño entra en un proceso de estrés y de miedo. Deja el útero acogedor de la familia e ingresa en un mundo donde hay diferencias, normas y conflictos. Es función del padre ayudar al hijo a dar bien este paso en el que debe sentirse seguro, reconocer y respetar límites, y acoger normas que le permiten convivir pacíficamente con los demás.


Ambos, padres e hijos, se encuentran hoy en crisis. El hijo espera al padre que no viene o que salió de escena o que fue sustituido por el héroe más próximo. Puede ser un profesor, un tío querido o hasta un jefe de la mafia local, portador de un arma pesada, capaz de enfrentarse a la policía y hasta de matar. El hijo sin la figura interior del padre-héroe tiende a imitar a estos o padece un vacío oceánico. Se siente perdido, sin rumbo en la vida, psíquicamente desestructurado.


El padre que siente en su interior su deber de padre, se siente desarmado, vencido por otros competidores, disminuido en su honor porque se encuentra desempleado y es considerado un perdedor. Es un antihéroe. ¿Cómo puede llenar la necesidad arquetípica del hijo que quiere ver en él al héroe valiente y vencedor?


Ambos están a la espera uno del otro, sufriendo y con infinitas ganas de verse. Ahora entendemos la verdad de Telémaco, hijo de Ulises, en la Odisea de Homero: «Si lo que los mortales más desean pudiese ser conseguido en un abrir y cerrar de ojos, la primera cosa que yo pediría a los dioses, sería el regreso de mi padre». Es un clamor por un rumbo en la vida.
Padre, vuelve deprisa. Como en la película, tu hijo te necesita y te espera con una mirada larga y nostálgica en la parada del autobús.


[Traducción de mjg]

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