Sunday, October 26, 2008

La homilía de Betania: AL HERMANO HAY QUE QUERERLO COMO ES

Por José María Maruri, SJ


1.- Un buen amigo me contó una vez que, preocupado con esto de amar a los demás como a si mismo, un día entró en un bar, pidió un café y se puso a mirar a los que con él estaban en la barra y los vio tan zafios, tan vulgares, tan opuestos a sí mismo, y sintió una reacción tan contraria a este mandamiento, que dejando en la barra el café fue a mirarse a un espejo de anuncio que colgaba en una columna, y se miró y se dio cuenta de que su reacción ante su reflejada figura no era la misma que ante esos hermanos suyos que gritaban en la barra… y dudó de su cristianismo.


Amar como a uno mismo no es tarea fácil y, sin embargo el Señor lo dice, digo yo que dice mucho más, porque en este pasaje del Evangelio no hace más que citar un mandamiento del Antiguo Testamento, porque su mandamiento es “amaos como yo os he amado”, es decir, hasta dar la vida por esos vulgares y zafios hermanos de la barra.



2.- Cuando Jesús nos dejó un modelo de oración, que no es un Credo, sino una guía práctica de nuestro proceder como cristianos lo comienza con Padre Nuestro…

--Decir Padre es fácil, sobre todo si inmediatamente le añadimos que estás en los cielos. Es decir, cuanto más lejos mejor, para que no se siente a nuestro lado ante el televisor, o junto a nosotros en la mesa de trabajo.

--Decir Nuestro distraídamente tampoco cuesta mucho, lo malo es decirlo sentado en la iglesia junto a ese señor que tose constantemente, o junto a esa señora que ya es la segunda vez que se le cae el paraguas, o tratando de no oír a esos dos jóvenes que no hacen más que charlar durante toda la homilía, porque si es Nuestro, esos y yo somos hermanos.



3.- “Donde está tu hermano… No le valió a Caín su evasiva respuesta porque si no sabemos donde está nuestro hermano con dificultad vamos a encontrar a Dios nuestro Padre.

Hay otro Padre que nos enfrenta con el mismo problema: “Ha vuelto tu hermano, el Pródigo (ese mismo que tu me endilgas a mí como “Mi Hijo) y quiero que entres en casa a celebrar la fiesta porque estaba perdido y lo hemos encontrado”, como si nos dijera su no lo consideras “Tu Hermano” no entres, quédate ahí fuera, porque dejas de ser mi hijo.



4.- ¿Pero Dios no podía haber hecho mejor las cosas, no?, porque hay que ver como decimos vulgarmente: “es que casa uno es de su padre y de su madre…”. Nos maravilla que entre hermanos de una misma familia los hijos sean tan diferentes, tal vez mi hermano y yo nos parezcamos un poco, pero entre mi hermano Miguel y yo no había nada en común.

Bueno, pues al hermano hay que quererlo como es, no como nosotros quisiéramos que fuera, un conjunto de gente uniformada, tal vez sea un cuartel, pero no una familia, porque vestirlos a todos con unos pantalones anchos y mal cortados y un blusón largo y desmalazado es convertir a la familia de Dios en Corea del Norte.



5.- Sabéis lo que yo creo que todos nosotros vivimos un cristianismo de leyes, de cumplimiento, no de amor y de corazón. La ley cristiana que es ley de amor, la hemos convertido en el compendio de las normas de circulación y las cumplimos sólo en tanto en cuanto nos ve el guardia. Recordáis aquello: “Pero es que no ha visto usted el semáforo en rojo. Sí, al que no vi fue a usted, señor guardia.


Una familia no se mantiene si cada uno no aporta a ella más que sus obligaciones, familia sin cariño y amor no es familia y menos familia de Dios. Creo que hoy nos vamos todos a casa con un suspenso en amor.

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