Yo repuse: “¡Ay, Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho”
(Jer 1, 6)
Uno se siente a menudo débil. Incapaz. Tan limitado…
Miras alrededor y te parece que todo el mundo es mucho más fuerte, más sabio, más sensato, más lúcido. Te parece que hasta tus lágrimas son tontas. Piensas en qué dirían los otros si te conociesen de verdad (“seguro que pasarían de mí”). Pesa la sensación de ser solo fachada, de no dejar que haya quien entre a ese mundo interior en el que todo es un poco más difícil.
Quieres volar y te ves atado al suelo.
Quieres soñar, y velas despierto.
Quieres amar, y te ves frío.
Quieres cantar, y no sale la voz.
Pero no hay que quemarse por ello, pues todos tenemos los pies de barro.
¿Cuáles son tus “quiero y no puedo”?
¿Aceptas los pies de barro de tus gentes?
pastoralsj
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