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Friday, November 06, 2009
¿Qué ha pasado con la Misión Continental?
(Vida Nueva) En 2007, la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en Aparecida, puso a todas las Iglesias locales en estado de misión. ¿Qué queda de aquel llamamiento? Para el periodista colombiano Javier D. Restrepo, la misión implica no ser sólo el mensajero, sino el mensaje: “Antes la respuesta era anunciar el Evangelio, hoy eso no basta; sigue siendo indispensable, pero insuficiente, porque ‘la misión’ implica ser el Evangelio”. En opinión del arzobispo de Mérida (Venezuela), Baltazar Porras, se trata de una actitud permanente que requiere un aliento permanente “de los agentes pastorales, que tienen la obligación de ser los primeros en medir el alcance de una conversión pastoral, que pasa por la renovación de las estructuras pastorales existentes”.
Para Restrepo, los principales obstáculos que están encontrando las Iglesias del continente para ponerse en estado de misión son las distintas interpretaciones que cada conferencia episcopal le está dando al propósito de una Misión Continental, aunque el periodista tiene claro que “la gran diferencia la marca su doble carácter de actitud y de presencia ininterrumpida“. Así, Javier Darío Restrepo considera que “Aparecida le ha dado otro sentido a la palabra ‘misión’, y la aleja de lo ceremonial y ritual para convertirla en actitud que excede los límites de unas actividades ubicadas y fechadas, y abarca lo permanente, sin tiempo ni espacio límites”. Por tanto, en su opinión, la Conferencia de Aparecida “impone nuevas tareas a la pastoral y deja a un lado otras”.
El arzobispo Baltazar Porras, en un intento por hacer un balance de estos dos años de Misión Continental, considera que, de las distintas experiencias que se están llevando a cabo, “la Palabra de Dios, vivida como lectio divina encarnada en el hoy, en las circunstancias peculiares del mundo que nos rodea, va siendo la andadura más socorrida. Me atrevo a afirmar que es la acción eclesial más exitosa y novedosa”. Mientras tanto, “las experiencias de misión de cara a los de fuera, personas o ambientes que no giran en torno a lo sagrado, a lo religioso, a lo eclesial, son menos numerosas”. Por otra parte, Porras estima que la opción de dejar a la libre iniciativa de cada Iglesia particular la puesta en marcha de la Misión Continental es un arma de doble filo: “Por un lado, es un llamado a la creatividad, a la diversidad, al respeto de cada realidad eclesial. La otra cara de la moneda es la debilidad de quienes no cuentan con recursos suficientes, humanos y de otra índole, para llevar adelante iniciativas que requieren planificación e infraestructura de acción”, añade.
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