En aquel tiempo, Jesús salió de la sinagoga y entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron a Jesús que hiciera algo por ella. Jesús, de pie junto a ella, mandó con energía a la fiebre, y la fiebre desapareció. Ella se levantó enseguida y se puso a servirles.
Al meterse el sol, todos los que tenían enfermos se los llevaron a Jesús y Él, imponiendo las manos sobre cada uno, los fue curando de sus enfermedades. De muchos de ellos salían también demonios que gritaban: "¡Tú eres el Hijo de Dios!" Pero Él les ordenaba enérgicamente que se callaran, porque sabían que Él era el Mesías.
Al día siguiente se fue a un lugar solitario y la gente lo andaba buscando. Cuando lo encontraron, quisieron retenerlo, para que no se alejara de ellos; pero Él les dijo: "También tengo que anunciarles el Reino de Dios a las otras ciudades, pues para eso he sido enviado". Y se fue a predicar en las sinagogas de Judea
Comentario
La imposición de manos sobre la cabeza de los enfermos los sanaba, y hasta los demonios declaraban ¡Tú eres el hijo de Dios!
Jesús hace el bien, actúa con inmensa misericordia y compasión hacia los que sufren pero por amor, no para que se divulgue su fama.
Podía más en él la fuerza del deber y del amor, por eso sigue su camino sanando y evangelizando: tengo que anunciar...
Cardenal Óscar Rodríguez Madariaga sdb
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