Saturday, March 03, 2018

¿BARROS ENCUBRIÓ O NO ENCUBRIÓ LOS ABUSOS? por Luis Badilla

Juan Barros, obispo de Osorno, Chile

Monseñor Scicluna vuelve a Roma con la respuesta ¿Qué podría ocurrir ahora?

Apenas volvió el Papa de Sudamérica, el pasado 22 de enero, ya había en el aire algo indefinido pero suficiente para que muchos empezaran a suponer que el asunto Barros tendría nuevos capítulos de envergadura. Los más atentos consideraron muy prometedora la total apertura de Francisco y su declarada disposición, que confirmó en varias oportunidades, a cambiar de opinión en el caso de que hubiera nuevos elementos, comprobados y convincentes. En el avión, concluyó sus consideraciones sobre el tema diciendo: «Por eso, lo mejor es que el que cree que es así (que el obispo es culpable, N.d.R.), aporte las evidencias rápido. Si creen que es así honestamente. Yo en este momento no creo que sea así, porque no las hay, pero tengo el corazón abierto a recibirlas».
Como ya hemos visto y analizado en estos días, Mons. Charles Scicluna y el padre Jordi Bertomeu viajaron a Chile para cumplir la misión que les había encargado el Papa: han escuchado, largamente y con atención, a varias personas, laicos y eclesiásticos, obispos y sacerdotes, víctimas y personas involucradas en otros casos de abusos de parte de salesianos y maristas; han recibido y reunido una enorme cantidad de documentos, testimonios escritos (incluso inéditos) y, al margen de los parámetros oficiales de su delicada misión, escucharon también otras opiniones, provenientes de fuentes y experiencias diferentes. ¿Y ahora, qué podría ocurrir?
1. Un primer informe. Sin duda lo primero y más importante es el regreso de los enviados al Vaticano, la audiencia de trabajo con el Santo Padre y la entrega de un primer informe escrito, que podría ser perfeccionado y profundizado con sucesivos documentos a entregar en tiempos breves. Como en el caso de todas las cuestiones delicadas e importantes para el Papa Francisco, el criterio no es “la urgencia” (esa espasmódica que lleva a cometer errores) sino “la prioridad” que implica actuar con rapidez pero reflexivamente.
2. El paso de un “no” a un “sí”. Los Enviados deben entregarle al Papa elementos convincentes, objetivos y tal vez definitivos sobre una pregunta única y precisa: ¿Mons. Juan Barros encubrió o no los abusos del padre Karadima, como afirman sus acusadores? Hasta ahora las autoridades eclesiásticas de Chile y el Vaticano respondieron esa pregunta con un perentorio “no”. Después de la visita del Papa Francisco a Chile habrían surgido nuevos elementos, reunidos y documentados por los Enviados papales, que podrían convertir en “sí” lo que durante años fue “no”.
3. La crítica cambia el blanco. Si la conclusión de la investigación confirmara la inocencia de Mons. Barros, la Iglesia cerrará oficial y definitivamente el caso, pero sin duda en Chile el asunto no se considerará terminado: todos los esfuerzos de los denunciantes se concentrarán en el Papa Francisco, identificándolo como la persona que condena los abusos con palabras pero en los hechos es cómplice de la estrategia de encubrimiento. O bien, más grave aún, podría ser acusado – aunque haya demostrado la eventual inocencia del obispo de Osorno – de no querer actuar contra la raíz del problema, consolidada durante décadas de silencios, omisiones y complicidades, que es esa incapacidad de la Iglesia para manejar los casos de abusos sexuales cometidos por miembros del clero. Se crearía así, sobre todo en los medios internacionales, un cuadro muy delicado para el pontificado de Francisco, sometido a un duro bombardeo precisamente por este tema desde hace varias semanas.
4. Renuncia de Mons. Barros. Si las conclusiones consideran que Mons. Juan Barros, obispo de Osorno, es culpable de las acusaciones que se le hacen desde hace tiempo, las consecuencias pueden ser muchas y de distinta naturaleza. Las más importantes son dos: la primera es la renuncia en breve del obispo. La segunda, más compleja y articulada, podría ser el inicio de una especie de “instrucción” sobre la actuación de los dos últimos arzobispos de Santiago, el actual cardenal Ricardo Ezzati y el emérito, cardenal Francisco Javier Errázuriz. En este procedimiento, cuya forma no es fácil imaginar, se incluirían también otros miembros del clero que estuvieron relacionados con este asunto desde la década del ’70 en adelante. No es plausible suponer que se realicen “juicios” sino más bien discretos y graduales alejamientos, sobre todo porque casi todos los protagonistas son ya prelados ancianos. Obviamente si de alguna manera se configurara una situación de este tipo, la Iglesia chilena debería afrontar un verdadero terremoto.
5. Silencio de prensa para bajar la atención de los medios. Algunos órganos de prensa chilenos han considerado en las últimas horas una evolución singular, que muy probablemente se concrete. Una especie de “silencio de prensa” prolongado a ultranza, con el supuesto propósito de que el tema caiga en el olvido, como ocurrió recientemente con el caso del Consejero de la Nunciatura en Washington. Mons. Carlo Alberto Cappella fue acusado por las autoridades canadienses y estadounidenses de violación de las normas en materia de imágenes pedófilas y pornográficas, y está siendo juzgando en el Vaticano desde septiembre del año pasado. Sobre dicho caso no se sabe casi nada desde hace cinco meses, salvo algunas referencias en los medios canadienses.
Luis Badilla
Tierras de América

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