Saturday, March 03, 2018

El enigma Barros 4. Scicluna por Roberto Urbina Avendaño



Sorprendió a todos en Chile la misión del Promotor de Justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe de escuchar a los acusadores del Obispo Barros. Bien acogido, su paso abrió un nuevo escenario y alentó la esperanza.

Al término de la visita de Francisco a Chile sus organizadores se mostraron satisfechos. Sin embargo, la prensa internacional no comparte esa evaluación. “La gira en Chile del Papa se convierte en la peor de sus cinco años de pontificado”, tituló Clarín en Argentina y destacó la “indiferencia” de los chilenos con la Iglesia y con el líder del Vaticano, que ha ido en ascenso en las últimas décadas. “El acompañamiento de la gente fue claramente menor del que se esperaba, sus palabras no tuvieron el habitual impacto y tampoco se acallaron las críticas”, argumentó. Igual opinión tuvo La Nación, también de Argentina, señalando que “Perú recibió al Papa Francisco con el fervor que no hubo en Chile. A diferencia de lo que pasó en Chile, donde reinó la apatía, hubo protestas, tensión y frialdad, los peruanos salieron masivamente a darle una colorida y afectuosa bienvenida”, precisó.
En Chile quedó una estela de tristeza y amargura. Una visita papal es siempre una gran fiesta, una gran ocasión. Esta vez fue controvertida: porque el obispo Juan Barros empañó el protagonismo de Francisco, porque éste tuvo expresiones inexplicables y porque el episcopado adhirió a esas expresiones. Todo esto en un contexto complejo provocado por la fuerte caída en la credibilidad y confianza de los chilenos en su iglesia; sumada la notable disminución de los últimos cinco años, en quienes reciben los sacramentos.
Es verdad que hubo otras expresiones del Papa que arrancaron aplausos: así fue su avergonzado pedido de perdón por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes, hecho en La Moneda, ante las máximas autoridades republicanas del país. Sin embargo, él mismo se encargó de complicar este tema con otras afirmaciones consideradas ofensivas.

Asimetría de poder

Los tres denunciantes de Barros, en conferencia de prensa, señalaron que es necesario que las palabras de perdón, vergüenza y dolor del Papa en Chile se transformen en acciones concretas, para erradicar de las filas de la Iglesia a todos quienes se han aprovechado de la asimetría de poder que les da su ministerio y han abusado sexualmente de personas vulnerables. “Y también a todos quienes han encubierto activa y pasivamente estos abusos”, señalan.
Este ambiente de confusión no era favorable a la Iglesia, hacía más difícil sus explicaciones y sus evaluaciones de la visita. Y, peor, no se veía por dónde podía venir un cambio.
Por ello, la designación del Promotor de Justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, arzobispo de Malta, Charles Scicluna, fue desconcertante al inicio y esperanzadora después. No se entendía bien a qué podría venir. Su tarea era escuchar a quienes acusan a Barros y para ello se hizo acompañar como notario por Jordi Bertomeu, sacerdote catalán, oficial de la misma Congregación. Programaron estar en Chile la semana del 20 al 23 de febrero, pero antes viajó a Nueva York para entrevistarse personalmente con Juan Carlos Cruz quien vive en Boston.

Por primera vez nos escuchan

Al término de esa entrevista, Cruz dijo a radio Cooperativa que “fue una reunión larga, emocionalmente difícil, pero estoy muy contento de haber podido hablar con monseñor Scicluna” y destacó que “por primera vez siento que nos están oyendo”. Confesó también que el arzobispo se conmovió al escuchar su testimonio: “Lloró conmigo cuando le contaba cosas. Sentí su compasión muy grande, espero que los que van a testificar en Chile sientan lo mismo que he sentido yo”.
Ya en su primer día en Santiago Scicluna escuchó a otros denunciantes. Sin embargo, esa noche debió ser internado en una clínica por una fuerte dolencia estomacal que obligó a operarlo en la mañana siguiente. Jordi Bertomeu asumió en su reemplazo. Y el programa siguió adelante. Unas 30 personas pudieron dar su testimonio, la mayoría acusando a Barros como encubridor o por provocar división en la iglesia diocesana de Osorno. También algunos lo defendieron. Incluso el mismo Barros fue escuchado, como confirmó Bertomeu a los periodistas.
“Confío que después de estos encuentros, ellos van a informar directamente al Papa, porque así se los pidió él, y que Dios ilumine a los que tienen que asumir estos estudios para que haya una consecuencia que nos ayude a salir del drama que vivimos”, resumió para Vida Nueva el obispo de Rancagua, Alejandro Goic, presidente del Consejo para la prevención de abusos en la Conferencia Episcopal de Chile.
Al término de la semana concluyó el programa oficialmente previsto, aunque la estadía de ambos integrantes de la Congregación para la Doctrina de la Fe se debió prolongar algunos días hasta que Scicluna fuera dado de alta.
“Estamos cansados porque ha sido una ronda larga que en cierta manera concluimos hoy”, confesó el sacerdote español Jordi Bertomeu a los periodistas durante el último día de entrevistas. “Creo que se han cumplido las expectativas, porque la expectativa era escuchar y hemos escuchado. Con el monseñor Scicluna, siguió, nos hemos sentido un poco sobrecogidos por la densidad del sufrimiento de todo, de todo este infinito que es cada persona, muy complejo. Y tener que entender lo que nos quieren transmitir en tan poco tiempo, hemos tenido rondas de media hora y una hora. Pero hemos intentado, no sé si lo hemos conseguido, escuchar. Hemos estado dispuestos a entrar en aquel sufrimiento”, confesó agregando que ahora procesarán toda la información para entregarla al Papa.

Está naciendo algo nuevo

El dirigente del movimiento de laicos de Osorno, que pide la renuncia de Barros a esa diócesis, al salir de su encuentro con Bertomeu reflexionó sobre todo este proceso: “¿por qué tiene que venir el arzobispo de Malta o un sacerdote español para hacer lo que siempre debió hacerse en la Iglesia chilena? Que las víctimas de Karadima y nosotros nos sintamos más escuchados por ellos que por el episcopado chilenos y la Nunciatura apostólica demuestra que algo no está bien” planteando así una dimensión mayor para lo que hasta ahora parecía limitado al obispo Barros.
También ofreció su testimonio el obispo emérito de Ancud, Juan Luis Ysern, quien a la salida de la Nunciatura, asediado por los periodistas, dijo: “Para mí lo fundamental es el futuro, porque lo interesante es ver que está naciendo algo nuevo y eso es lo que necesitamos impulsar todos. Depende mucho de cómo ustedes lo plantean a la opinión pública, porque pueden ayudar o detener. Ciertamente su servicio es muy grande, pero aquí lo importante es que está naciendo algo nuevo, precisamente con lo que es la participación de los laicos, incluso aunque parezcan que están en contra de la Iglesia, yo lo veo al revés, porque están cumpliendo lo que dijo él, ‘armen lío’. Ahora hay que esperar la respuesta”.
Frente a una posible autocrítica por el caso, Ysern contestó que “nosotros los curas tenemos que corregirnos, porque no se puede crecer como pueblo de Dios si pensamos que solo los curas tenemos la palabra. Tenemos que aprender a escuchar y ser más humildes”. Junto con admitir que el Papa se equivocó cuando trató a la gente de Osorno de “tonta”, Ysern manifestó que asistió a la reunión de esta mañana “en el sentido de ver el futuro, que lo veo muy bonito y me agrada mucho esta actitud de diálogo”.
Así, la misión Scicluna – Bertomeu dejó un nuevo escenario y abrió el horizonte generando nuevas esperanzas en la iglesia chilena. El jueves 1° de marzo ambos salieron del país. Ahora la mirada está puesta en el Papa Francisco: ¿continuará su defensa y apoyo a Barros?

Vida Nueva


El enigma Barros 3. Francisco




La intensa visita de Francisco a Chile dejó una profunda riqueza en sus mensajes y testimonios, sin embargo su protagonismo quedó empañado por la presión periodística respecto al obispo Barros y las poco afortunadas afirmaciones del Papa.

“El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, voy a hablar. No hay una sola prueba en contra, todo es calumnia”, dijo el Papa Francisco en Iquique respondiendo a periodistas. El obispo de Osorno, Juan Barros, agradeció al Papa Francisco y emplazó a quienes lo acusan de encubrir los abusos sexuales cometidos por el sacerdote Fernando Karadima, a presentar las pruebas.
De inmediato, el arzobispo de Boston, cardenal Sean O’Malley, presidente de la Comisión Pontificia para la protección de menores, emitió un comunicado: “es comprensible que las declaraciones del Papa Francisco de ayer (18 de enero) en Santiago de Chile han sido motivo de gran dolor para los sobrevivientes de abusos sexuales cometidos por el clero o algún otro perpetrador”. Agrega que “las palabras que llevan el mensaje ‘si no puedes probar tus acusaciones entonces no se te va a creer’, abandonan a aquellos que sufren reprensibles violaciones criminales de su dignidad humana y relegan a los sobrevivientes a un exilio desacreditado”, expresó.
En su habitual conferencia de prensa durante el vuelo de regreso a Roma, el Papa agradeció esas palabras de O’Malley y ante la pregunta: “¿Por qué le cree más al testimonio del obispo Barros y no al de las víctimas?”, Francisco reconoció que “la palabra prueba es la que me traicionó, yo hablaría de evidencia” ya que “el caso de Barros se estudió y se reestudió y no hay evidencia, afirmó el Papa, eso es lo que quise decir, no tengo evidencia para condenarlo”. De inmediato pidió perdón: “porque la palabra prueba ha herido a tantos abusados”.

Revelan antiguas cartas

El pontífice sorprendió por el duro trato descalificador a los denunciantes, pues apenas 24 horas antes había dicho, en la eucaristía de Temuco: “No se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro, porque esto lo único que despierta es mayor violencia y división”.
Sin embargo, se supo que en 2015 el Papa había recibido una carta de ocho páginas firmada por Juan Carlos Cruz, uno de esos acusadores, que contenía su testimonio contra el obispo Barros y que O’Malley se la había entregado personalmente.
Pocas semanas antes se había difundido otra carta, ahora del Papa dirigida al Comité Permanente del Episcopado chileno, en la que reconoce preocupación por los daños que provocaría el caso de Karadima en Chile y que el Nuncio Apostólico en Chile intentó encontrar una manera de contener el daño antes de que el caso saltara a la luz pública en 2015. “Muchas gracias por manifestar abiertamente la inquietud que en estos momentos tienen respecto al nombramiento de Mons. Juan Barros Madrid”, escribió, además reconociendo que “comprendo lo que me dicen y soy consciente de que la situación de la Iglesia de Chile es difícil debido a todas las pruebas que han tenido que soportar”, dice la carta de Francisco. En ella, según contó en su conferencia de prensa en el avión al regreso desde Perú, dice que un integrante del episcopado chileno le sugirió pedir a los obispos formados por Karadima que “era mejor que renunciaran. Entregaran sus renuncias y se les diera un año sabático”.  
Con estos antecedentes ¿cómo se entiende que el Papa pida evidencias a quienes acusan a Barros de encubrir a Karadima? El obispo de Rancagua, Alejandro Goic, presidente del Consejo nacional de prevención para los abusos dijo recientemente a la revista ‘Sábado’: “pienso que el Papa se refería a un problema judicial y quizá no logró que sus asesores le hicieran comprender más a fondo que no es un problema judicial, sino que de prudencia pastoral”.  

Ofensivo y doloroso

Ante la defensa del Papa a Barros, el denunciante Juan Carlos Cruz aseguró que “hay testigos que indican que enviaron al cardenal [Juan Francisco] Fresno, entonces Arzobispo de Santiago, una carta acusando al sacerdote Karadima, ya en los años 80, por sus abusos. El secretario personal del cardenal, era el propio Juan Barros. Él se ocupó de eliminar la carta. Estas pruebas están en la causa y en el fallo de la ministra Jessica Gonzalez“, aseguró Cruz aludiendo a quien llevó el proceso en la justicia civil.
“El obispo Barros, después de haberse hecho pública la acusación contra Karadima, informó Cruz, viajó al Vaticano junto a los obispos (Andrés) Arteaga, (Tomislav) Koljatic y (Horacio) Valenzuela para reunirse con monseñor Luis Ladaria Ferrer, (entonces) secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, para intentar blindar al sacerdote Karadima y desacreditarnos a nosotros, a través de decenas de cartas de personas cercanas a él. Esta información hoy es pública”, acusó.
Junto a Andrés Murillo y James Hamilton en conferencia de prensa expresó: “Lo que ha hecho el Papa hoy es ofensivo y doloroso, y no sólo con nosotros, sino contra todos quienes luchan por crear contextos menos abusivos y más éticos en lugares como la Iglesia Católica. También confirma que aún hay mucho por hacer, y seguiremos en este camino”.
En una controversia de esta magnitud sorprende que el Presidente de la Conferencia Episcopal, obispo castrense Santiago Silva, diga que “apoyamos absolutamente la decisión del Santo Padre, y desde la comunión y unidad procuramos cumplir nuestra tarea de pastores”. Añadiendo, en relación a las expresiones de Francisco: “Hay que leer lo del Papa como una petición de que, si alguien tiene algo que decir, que constituya una acción que lo invalida para ser pastor, la presente”. 

Prudencia pastoral

Para muchos no es fácil entender que los argumentos y las evidencias entregados en Chile y en la Santa Sede no hayan sido considerados. Al contrario, según las propias palabras de Francisco parece que él ha tenido buena y amplia información de estos hechos. Por ello no extrañan las duras expresiones que se han escuchado respecto al Papa, al Nuncio y a los obispos. Sobre todo porque a las justificaciones a favor de Barros se sumó su cercanía al Papa durante toda su visita a Chile.
El asedio periodístico fue fuertemente estimulado por esa presencia cercana de Barros con Francisco, en todos los actos masivos, lo que en opinión de obispos y sacerdotes opacó el protagonismo del Papa. En entrevista posterior el obispo Goic dijo que “él debió haberse restado, por prudencia evangélica y por prudencia pastoral, porque él sabe que su persona, más allá de su inocencia o culpabilidad, es una figura controvertida. Quien debía brillar en ese momento era el Papa y por eso he dicho, sin hacer juicios sobre Barros, que me dejó un sabor amargo”.
Dos días después de su regreso a Roma, en la audiencia general de los miércoles, se refirió a este viaje a Perú y Chile diciendo que “todo salió bien” y agradeciendo a todos los que lo recibieron. Respecto a su estadía en Chile dijo que “estuvo precedida por algunas manifestaciones de protesta, por diversos motivos; que han hecho aún más vivo y actual el lema de mi visita: «Mi paz os doy» (…) Allí tuve ocasión de reunirme con todas las realidades del país. Alenté el camino de la democracia chilena, como espacio de encuentro solidario y capaz de incluir la diversidad, con el método de la escucha, especialmente de los pobres, los jóvenes, los ancianos, los migrantes y la tierra”.
Hasta entonces todo parecía definido y claro. ¿Qué motivó, entonces, al Papa Francisco a escuchar a quienes denuncian a Barros enviando al arzobispo de Malta, Charles Scicluna? El paso de este arzobispo por Chile y las esperanzas que generó será el tema del próximo y último capítulo de esta serie.


El enigma Barros 2. Osorno



Al asumir en Osorno el obispo Juan Barros enfrentó el rechazo de sus fieles prolongado hasta la visita del Papa Francisco en la que opacó su impacto. Su historia como discípulo de Fernando Karadima, en la parroquia de El Bosque, lo señala como testigo de sus abusos y encubriéndolos.

En marzo del 2015 al tomar posesión de su nueva designación, la diócesis de Osorno, 850 kilómetros al sur de Santiago, el obispo Juan Barros encontró a gran parte de los fieles presentes en el templo Catedral vestidos de negro y gritando “¡Barros, fuera!”. Otros con globos blancos apoyaban al obispo. En el atrio del templo permaneció un grupo numeroso con pancartas que expresaban el rechazo al nuevo obispo. Fue una Misa tensa que debió abreviarse.
Barros ha sido cuestionado por sus vínculos con Fernando Karadima, párroco de El Bosque, en Santiago, a quien tanto la justicia civil como la eclesiástica consideraron responsable de abuso sexual de menores y abuso de autoridad por lo que fue suspendido de sus funciones sacerdotales a perpetuidad.
“Juan Barros estaba parado ahí, mirando, cuando me abusaba a mí. No me lo contaron, me pasó”, dijo Juan Carlos Cruz a BBC Mundo, en esos días. Cruz es uno de los denunciantes del “Caso Karadima” y ahora del obispo Juan Barros a quien señala como testigo del abuso y encubridor. Esto último lo grafica diciendo que, como secretario del cardenal Juan Francisco Fresno, Barros recibió las primeras denuncias contra Karadima. “Simplemente las rompía”, aseguró.
A estas acusaciones Barros ha respondido que “una cosa es haber participado de una parroquia y otra cosa muy distinta es haber sido testigo de cosas por las cuales se condenó a un sacerdote. Jamás fui testigo de eso”.

División en la iglesia diocesana

El sacerdote de origen alemán, Peter Kliegel de 78 años, ordenado sacerdote el año 1967 en Chile, trabaja desde entonces en la diócesis de Osorno destacando por su alta sensibilidad social que le ha llevado a crear varias importantes obras de ayuda a jóvenes. En reconocimiento a su labor pastoral fue nombrado ciudadano honorario de la ciudad de Osorno. El 18 de enero de 2015 Kliegel escribió al Nuncio, Ivo Scapolo, expresándole las complicaciones y perplejidad que ha provocado en sus comunidades el nombramiento de Barros. “Nuestras comunidades están confundidas e irritadas y tengo que confesarle que no tengo argumentos para contestar a las muchas preguntas, dudas y cuestionamientos con que se nos bombardea”, dice Kliegel al Nuncio. Al finalizar pide al Nuncio que abra una ventana “a informaciones concretas, claras, directas, francas y honradas, sin tapujos”.
Al mes siguiente, en febrero de 2015, unos 30 sacerdotes y diáconos de Osorno también escribieron al Nuncio diciéndole sufrir “mucha tribulación” y estar “confundidos e irritados” por el nombramiento de Barros. “No nos sentimos acogidos, menos comprendidos por la jerarquía de nuestra Iglesia”, aseguraban a través de la carta al representante vaticano en Chile.
Aunque varios sacerdotes algunos meses después se integraron a las actividades comunes en el presbiterio, no lograron acercamiento con el obispo a quien ven lejano y, con frecuencia, protegido por policías. El presbiterio estaba dividido, la comunidad diocesana también.

Un obispo muy cuestionado

En junio de 2015, con Barros ya obispo en Osorno, Pedro Kliegel habló para Vida Nueva: “Se nos entregó un obispo muy cuestionado y que yo también he cuestionado públicamente y frente a él”, explicó. “Personalmente acepto al obispo como autoridad, agrega Kliegel, pero quiero trabajar con él bajo el fundamento de la verdad. Que nos diga lo que esconde, lo que sufre, lo que quiere y decirle lo que nosotros queremos”.  
La situación eclesial que describe Kliegel es compleja: “vivimos una Iglesia desunida, un clero y religiosas desunidas, sabemos que así no puede seguir. En este camino queremos también apoyar al laicado para que volvamos a escucharnos para poder después dialogar, empezar a entendernos y buscar caminos de reconciliación eclesial. Porque sabemos que la autoridad se nos impuso, la autoridad no va a ceder. Lo sabemos”.
Ese diagnóstico no ha cambiado, como pudo constatarse el 2 de febrero de este año cuando, como cada año, miles de personas celebran la fiesta de la Virgen de la Candelaria en Misión Rahue, pequeña localidad rural a 8 kilómetros de Osorno.
La de este viernes, sin embargo, tuvo características especiales. Cuando a las 12 del día se escucha por los altoparlantes que Juan Barros oficiará la misa, a simple vista se pudo ver a decenas de personas abandonando el lugar, incómodos por la presencia del obispo Barros. Según BBC Mundo, Luisa Molinauna de las mujeres que se retira, expresó: “Él está haciendo un daño… Barros debería irse, no debería estar ahí. Ese hombre anda como huyendo, ese hombre no es feliz…  Anda arrancando, anda asustado”, confesó.
Varios obispos han hecho gestiones ante el mismo Barros, ante el Nuncio e incluso en la Santa Sede señalando como principal problema la desunión y conflictividad que genera la presencia del obispo en esa iglesia particular. Barros se afirma en la confianza que le ha entregado el Papa Francisco al designarlo y que sería una ingratitud no responderle bien.
Con ese argumento hace frente a las reiteradas manifestaciones en Osorno y en las parroquias a las que concurre, en las cuales se le pide renunciar. El Movimiento de Laicos y Laicas de Osorno es la expresión oficial de quienes no aceptan a Juan Barros como obispo y en estos tres años ha tenido una sostenida y firme actuación.
Así llegó la esperada visita del Papa Francisco a Chile. Juan Barros estuvo en las 3 misas multitudinarias suscitando preguntas de los periodistas que encontraron aquí una arista inédita que, a veces, alcanzó un protagonismo desmesurado con efectos que trajeron nuevos problemas tanto por desviar la atención de la opinión pública opacando al Papa, como por las respuestas que dio el Santo Padre a preguntas de los periodistas.


El enigma Barros 1. Karadima



El obispo de Osorno, en Chile, Juan Barros ha estado en el ojo del huracán salpicando a muchos en su entorno, incluso al Papa Francisco durante su visita al país. En tres sucesivos capítulos, Vida Nueva ofrece una visión de conjunto de los hechos que ocasionan las denuncias a este obispo y sus efectos.

A continuación, el origen de esta compleja historia
Aunque ya tenía historia previa, en marzo del 2011 estalló públicamente el ‘caso Karadima’ cuando el doctor James Hamilton denunció en un programa televisivo de alta audiencia que, por muchos años, Fernando Karadima había abusado sexualmente de él. Pronto se sumaron otros tres denunciantes y al mes siguiente el New York Times divulgaba la noticia. El escándalo estremeció a la iglesia chilena ocasionándole un daño profundo que aún persiste.
El diario estadounidense dice que Karadima “es uno de los sacerdotes más respetados e influyentes de Chile. Algunos llegan incluso a llamarlo un “santo viviente”, que durante medio siglo entrenó a docenas de sacerdotes y ayudó a moldear a miles de jóvenes católicos de la élite de Santiago”. Efectivamente, unos 50 actuales sacerdotes fueron formados en la parroquia Sagrado Corazón de El Bosque. De ellos, cinco son actuales obispos en Chile.
La denuncia era tan increíble que varios conocidos y grandes empresarios chilenos, asiduos feligreses de la parroquia, hicieron gestiones de apoyo a su párroco. ¿Cómo fue posible llegar a esta contradicción? Un párroco calificado de “santo”, admirado y defendido por líderes de la iglesia y de los empresarios, al mismo tiempo protagoniza crímenes que más tarde el proceso canónico reconoció como verdaderamente ocurridos.

Los comienzos

Alejandro Hunneus Cox, prestigiado y acaudalado sacerdote santiaguino que vivió entre 1900 y 1989, tuvo una enorme influencia en la Iglesia Católica chilena y en familias de la aristocracia, en los años 50. Convenció a la millonaria Loreto Cousiño de Lyon de construir una parroquia única, icónica, señera, con dependencias para recibir a una veintena de postulantes al sacerdocio en un barrio exclusivo y residencial. Así nace la parroquia del Sagrado Corazón, en la avenida El Bosque, del elegante barrio Providencia, de Santiago, cuyo templo terminó de construirse en 1947.
Para formar sus propios sacerdotes, parte del clero arquidiocesano, Hunneus creó la Unión Sacerdotal del Amor Misericordioso del Sagrado Corazón de Jesús, una Pía Unión que Karadima usó además como inmobiliaria para la compra de departamentos en el barrio El Bosque.
Esta Pía Unión, con sede en la parroquia El Bosque, fue la escuela para cientos de jóvenes que integraron su Acción Católica de entre los cuales surgieron decenas de sacerdotes y cinco actuales obispos. Entre ellos, Hunneus formó como sacerdote a Fernando Karadima Fariña y lo preparó para ser su sucesor. Durante muchos años pensó que éste era un hombre excepcional forjando así, tal vez, su leyenda de santidad.
Este estilo formativo llegó hasta 1961 cuando la Santa Sede ordenó que todos los postulantes de El Bosque se integraran al Seminario Pontificio de Santiago.
El Bosque se fue transformando en refugio para integrantes de la iglesia que se sentía agredidos por los cambios sociales y culturales que vivía el mundo. En ella encontraban una respuesta centrada en la prédica moral, desde una postura de superioridad, haciendo de esos aspectos un asunto central de la fe y de la expresión de religiosidad. Esto la convirtió en la favorita de una feligresía conservadora, que recelaba del discurso social adoptado tras el renovador Concilio Vaticano II por una iglesia a la que tildaban de “roja”.
Una vez sacerdote, Karadima se mantuvo en El Bosque y pronto fue su párroco, por casi 50 años hasta el 2006, aunque después se mantuvo siempre en esa parroquia. Destacó por el magnetismo de sus prédicas y alimentó la leyenda presentándose como discípulo del Padre Alberto Hurtado, además de ser sobrino de un obispo.

Las denuncias

José Murillo en 2003; Verónica Miranda, esposa de James Hamilton, en 2004; y James Hamilton en 2005 fueron los primeros en formalizar denuncias en el Tribunal Eclesiástico de Santiago, aunque no siempre fueron acogidos, y luego en la justicia civil. El 2010 Karadima fue investigado por la Santa Sede y en febrero del 2011, a través del arzobispo de Santiago, cardenal Ricardo Ezzati, la Santa Sede dio a conocer su veredicto que lo sentenció por abuso sexual a menores y abuso de autoridad. Fue condenado a una vida de retiro en oración y penitencia, además de la prohibición perpetua del ejercicio público de cualquier acto del ministerio, en particular de la confesión y de la dirección espiritual.
Otro enigma: ¿qué ocurrió con las denuncias entre el 2003 y el 2010?
En esos cincuenta años, El Bosque y su párroco fueron considerados por el Arzobispado de Santiago y la Nunciatura, en especial el Nuncio Ángelo Sodanoquien mantenía lazos estrechos con Karadima, como un ejemplo a seguir, con fieles que repletaban su templo y confiaban a sus hijos a la formación de la Acción Católica de El Bosque.
Por esto el impacto que provocaron las denuncias y, sobre todo, el fallo canónico, tuvo efecto demoledor. La iglesia chilena quedó golpeada, con abandono de fieles, pérdida de credibilidad en la población y desconfianza en sus sacerdotes y obispos.

Juan Barros

El obispo de Osorno tiene 62 años y, al igual que otros cuatro actuales obispos, fue discípulo de Fernando Karadima formado en la parroquia Sagrado Corazón de El Bosque. Desde 1983 fue secretario del arzobispo de Santiago, cardenal Juan Francisco Fresno quien lo ordenó sacerdote al año siguiente. En 1995 fue consagrado obispo y enviado como auxiliar a Valparaíso. El año 2000 es nombrado obispo de Iquique y el 2004 trasladado al Obispado Castrense hasta el 2015 cuando el Papa Francisco lo envía a Osorno generando el rechazo de muchos fieles de esa diócesis y diversas gestiones de obispos y sacerdotes, ante la Nunciatura y la Santa Sede, para evitar que se concretara esa designación.
Su nombramiento a Osorno provocó indignación en mucha gente de esa diócesis llegando hasta su rechazo. Pronto se sumaron los denunciantes de Karadima que lo señalan como testigo de las conductas de abuso sexual del párroco con jóvenes y con ellos mismos. Agregaron la acusación de encubrimiento por su reiterada negación de los hechos denunciados.
La tensión en Osorno se ha expresado en diversas manifestaciones durante estos años y en la campaña virtual “#FueraBarros” que tiene muchos seguidores. Este será el tema del próximo capítulo.

VIDA NUEVA

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