En 1989, en la noche del 15 de noviembre, soldados pertenecientes a una unidad militar de élite salvadoreña entraron en el campus de la Universidad Centroamericana (UCA) con órdenes de silenciar a los jesuitas. En la residencia los soldados encontraron a 6 jesuitas - Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Juan Ramón Moreno, Joaquín López y López, Armando López - y a dos laicas - la ama de llaves Elba Ramos y su hija Celina de 16 años. A primera hora de la mañana del día 16, los soldados los sacaron de sus habitaciones y los ejecutaron a sangre fría.
Los jesuitas fueron atacados debido a sus esfuerzos por resolver pacíficamente el conflicto entre el gobierno salvadoreño y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), una sangrienta guerra civil que duró 12 años y mató o hizo desaparecer a más de 83.000 personas, en su mayoría pobres. El cerebro de los homicidios, el coronel Inocente Montano, Viceministro de Seguridad Pública, no sólo pretendía matar a los mensajeros de la paz, sino también intimidar a otros que pudieran defender a los pobres y marginados de El Salvador. Montano pensó que los asesinatos de los jesuitas de la UCA, de los que los militares intentaron culpar al FMLN, acallarían de forma permanente los gritos en favor de la justicia.
Estaban equivocados.
Treinta y cinco años después de los homicidios de los 8 miembros de la UCA, su historia ha inspirado el mayor impulso a favor de la justicia social en la historia de la Iglesia. A medida que se difundían las noticias de los homicidios, la comunidad internacional se indignaba, y cada nuevo detalle iba desvelando las capas de la conspiración. Irónicamente, los homicidios provocaron el escrutinio internacional que el coronel Montano y sus cómplices creían estar evitando. Las muertes de los mártires de la UCA se convirtieron en un foco de justicia social que sacó a la luz violaciones de derechos humanos en toda la región, y en una incubadora para una nueva generación de ministerios que abogaban por los pobres y los oprimidos.
Uno de los ministerios que surgió de esa incubadora fue la Red Ignaciana de Solidaridad (ISN). Fundada en 2004, la ISN promueve la justicia social a través de la lente de la Espiritualidad Ignaciana: la sabiduría colectiva del fundador de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola. La misión de la ISN es crear redes, educar, defender la justicia social y formar a quienes sienten pasión por la justicia social. Desde su creación, la ISN ha colaborado con Universidades Católicas, liceos, y parroquias que han establecido programas al servicio de los pobres y los subrepresentados.
Desde el “Ignatian Family Teach-In for Justice” que tiene lugar cada año en Washington DC, a las protestas en la “US Army School of the Americas” Fort Benning en Georgia (donde muchos de los asesinos se habían entrenado), a una larga lista de campañas educativas y eventos ministeriales, la ISN ha animado a generaciones de hombres y mujeres que miran la violencia perpetrada contra los más vulnerables entre nosotros y dicen.... “basta”.
Es en ese contexto histórico que la Compañía de Jesús celebra los 20 años de la ISN. El P. Arturo Sosa, Superior General de la Compañía de Jesús, envió un video de saludo, animando al ISN a continuar su misión con audacia, al tiempo que les aseguraba el apoyo de la Compañía. En el mensaje, el P. General destacó el enfoque de la ISN en la colaboración y el trabajo en redes, al tiempo que alentó una cultura de inclusión y cooperación. También señaló el énfasis de la ISN en hacer frente a las estructuras de exclusión, y el trabajo realizado para invitar a los jóvenes a un proceso de transformación que tiene sus raíces en el pensamiento social católico con vistas a un futuro más justo y esperanzador.
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