Monday, December 09, 2024

Nuestra Señora de París por Álvaro Lobo sj


Por fin se vuelve a reabrir oficialmente la catedral de Notre-Dame de París tras cinco años de reforma por aquel fatídico incendio. Es un día de alegría para la Iglesia de Francia y también para el mundo entero. Pero quizás es algo más. Aunque vivamos en un mundo post secularizado y sintamos que demasiadas personas se alejan de la fe, seguimos necesitando la referencia de la religión, porque nos acerca a lo importante, porque nos recuerda, entre otras cosas, que en nuestra vida y en nuestras ciudades nosotros no somos el ombligo del mundo. Nos conectan con otros y con la trascendencia. Es también el reflejo -por qué no decirlo con valentía- de una Iglesia joven que no tiene miedo a hablar de Dios y que se sabe recrear al son del Espíritu y de los «signos de los tiempos».

Ya sea en un remoto pueblo de provincias o en el corazón de una gran metrópoli como París, cada iglesia y cada catedral reflejan el alma de un pueblo, donde se entremezcla el pasado con el futuro, el espacio con el tiempo y lo celestial con lo mundano. Y es que el ser humano necesita espacios donde la belleza, la verdad, la bondad y la fe sean ensalzadas, con la intuición de que lo visible es siempre puerta para lo invisible

Por sus gárgolas y por sus capillas han pasado reyes y papas, mendigos y personajes de ficción, pero sobre todo Notre-Dame de París ha intentado ser reflejo de María, que era la mujer del Pueblo de Israel, y la mujer del Pueblo de Dios que es ahora la Iglesia. Es la sencillez hecha belleza. 

Ojalá que cada vez que nos asomemos a una iglesia o a una catedral en el centro de nuestras urbes, veamos el reflejo de un pueblo que sabe valorar lo importante y la fe del que sabe que Dios sigue viviendo con nosotros, también en el corazón de nuestras ciudades.


pastoralsj


 

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