La amistad tiene la ventaja sobre el amor, aunque este también la englobe, que no nos pone melancólicos. ¡Ay aquel amor que se nos fue! ¡Qué será de fulano o mengana! ¿Por qué se rompió nuestro matrimonio? ¿Qué me ha pasado para que esté solo en la vida, sin perrito que me ladre? Esos amores frustrados, esos reproches en silencio y palabras que piden cuentas a la vida…
No, cuando se habla de amistad se está hablando de gratuidad. Y también de lealtad, de igualdad, de no pedir nada a cambio, de compartir sin pasar recibo ni reprochar porque no me llamas, ni pensar en la herencia o los bienes gananciales. Tan gratis y espléndida es la amistad que, incluso en los grandes amores de pareja, en los mejores matrimonios, lo que queda al final se asemeja más a la amistad que al amor-contrato, el amor-pasión, el amor-arrullo de las diferentes etapas.
Por eso un amigo es un tesoro, y el que tiene un amigo posee un hilo directo con las más auténticas esencias de la vida. Entre gente joven, se percibe hasta qué punto los chicos y chicas de ahora mismo valoran la amistad y al mismo tiempo constatan el clima poco propicio de la sociedad de hoy, tan interesada y materialista, que parece querer agostar todo brote de la misma.
Del mensaje de Jesús nos queda la escalofriante frase de su despedida : “A vosotros os he llamado amigos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído de mi Padre». Compartir secretos.
En la frialdad de una sociedad sumida en noche en la que parecen florecer en la gran ciudad témpanos de soledad y miedo, no estaría mal no olvidar que el acento que pone el amigo es “regalarse” en vez de “regalar”. Un buen fuego para calentarse ahora.
Pedro Miguel Lamet sj
Siempre hace buen tiempo
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