Su majestad khat
A la una de la tarde, oficialmente fin de la jornada de trabajo en Yibuti, la ciudad está en efervescencia. Se anuncia la llegada cotidiana de "su majestad khat", llamado así porque llega todos los días por avión, el medio de transporte utilizado por los grandes de este mundo.
Desde las dos, los pequeños puestos de madera en cada esquina, tienden sobre los mostradores el khat, que se vende en gavillas envueltas en hojas de plátano. El 98% de los hombres compran ahí todos los días su provisión que se consumirá después de comer. Se consume fresco y cada día llega un nuevo cargamento.
El khat, una planta que se consideraría en Europa como una droga, se mastica. Las hojas contienen sustancias alcaloides estimulantes, y los primeros efectos extáticos llegan rápidamente. Después, durante más de tres horas, es la euforia, el mirghan. Entonces los hombres comienzan a discutir de una manera cada vez más animada, tratando de arreglar el mundo y de encontrar solución para sus problemas y los de la sociedad yibutiana.
Al regresar a casa, el consumidor cae en un sueño profundo, lejos de las preocupaciones cotidianas. Ni piensa en los trastornos de salud ni lo considera una droga: el gobierno autoriza su importación de Etiopía.
"El khat es para nosotros lo que el vino en Francia", explica Habib. "Como el vino, favorece la convivencia y sus efectos sobre los consumidores son comparables, y les permite también olvidar la dura realidad económica que los rodea…." Sobre todo, en la ciudad de Yibuti no hay mucho que hacer. Los terrenos de fútbol y baloncesto son pocos, los espacios de expresión cultural, prácticamente inexistentes. Al salir del trabajo, los yibutianos apenas encuentran ocupación.
El consumidor habitual tiene dependencia psíquica. ¿Una prueba? "la tensión que planea sobre la ciudad cuando el avión que diariamente aporta el khat, no puede aterrizar." No pudiendo aquel día comprar su dosis, compran los artículos de primera necesidad de que habitualmente se desentienden: las mujeres y los niños lo aprecian, el comercio vuelve a comenzar, el país ya no funciona solamente durante una parte de la jornada.
Como el khat no crece en Yibuti, es preciso importarlo de Etiopía, donde abunda, tras haberse firmado acuerdos comerciales entre los dos países. Aunque la ley autoriza ocho toneladas diarias por avión, se traen muchas más y también por ferrocarril, pues el Estado percibe tasas elevadas sobre su venta. Nadie se rebela ni se queja abiertamente de la situación política. Antes no se podía consumir más que un día por semana, ahora han autorizado el consumo diario. Así, mientras que el gobierno vive de los impuestos sobre su venta legal, la población, atontecida, se mantiene en calma.
Para unos, el khat se ha convertido en un elemento del arte de vivir yibutiano. Los más lúcidos hablan de un verdadero "opio del pueblo". La Organización Mundial de la Salud (OMS), ha emprendido hace algunos años un estudio sobre esta sustancia y su consumo.
Sebastien Gavini, L’Autre Afrique, año 2001, nº8Traducción del francés de José Ramón García-Murga
Ampliando miras: ESTUPEFACIENTES COTIDIANOS
El khat es para los yibutianos lo que el vino para los habitantes del área mediterránea. Y es que cada cultura tiene sus propios “estupefacientes cotidianos”.
Sustancias, como el alcohol, que en un primer momento proporcionan euforia y sensación de bienestar y después pesadez y sopor.
Estupefacientes, aceptados culturalmente y regulados legalmente, que favorecen la convivencia, pero que también tienen su reverso social: provocan dependencia y falta de autocontrol; son consumidas sobre todo por hombres, al terminar la jornada de trabajo, lo cual supone más carga familiar para las mujeres… y para la economía doméstica.
¿Arte de vivir u opio del pueblo?
Gesto para hoy:
Gesto para hoy:
Prescinde de todo tipo de estupefacientes: Nada de tabaco ni de alcohol, ni siquiera ese vaso de vino de la comida, ni coca-cola o café… Ni esa chocolatina que tomas siempre después de comer.
Oración:
Oración:
a ser sobrios, lúcidos y críticos,
para poder descubrir y denunciarlas injusticias y los engaños
que deterioran la vida de nuestros hermanos
explotados, deprimidos y sedados.
Amén.
Más información de Yibuti, aquí
Fuente: Ágora Marianista
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