No se trata de aspirar a místicas sublimes, sino de hacer consciente a Dios. Se trata de buscar espacios en los que dirigirnos a El, desde el silencio, como un “Tú”.
Hay quien lo hace desde oraciones ya hechas, mientras otros buscan palabras propias.
Hay quien le habla de su vida; quien pide, quien ofrece, quien pregunta, quien agradece…
A veces te apoyas en textos, y esos textos te pueden resonar de modo distinto, y tal vez ahí percibes que Dios te toca de un modo distinto.
La oración no es una condena ni una obligación, sino aprender a hablar a Dios en segunda persona, y a sentir que, con El, uno no está solo.
Busca algún momento, aunque sólo sean cinco minutos…
busca el silencio, y dirígete a Dios como un “tú”…
háblale, pídele, ofrécele,
hazte consciente de su presencia en nuestras vidas.
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