Por Javier Leoz
1.- El que esté si pecado que arroje la primera piedra (Jn 8,1-11) Siempre que llega el momento de proclamar este Evangelio recuerdoaquella conocida sentencia: “cuando señalas con un dedo a alguien…tres dedos, de esamisma mano, te apuntan a ti”. (Os habéis dado cuenta; ¡probadlo!)
¡Qué distintos los parámetros del Señor para tratar los defectos y los fallos de los hombres! No los pasa por alto, pero tampoco los expone en un escaparte para contemplación y escarmiento público. Puede más, en su corazón, los deseos de recuperación que los de destrucción de la persona.
¡Qué interesados los nuestros a la hora de soplar sobre el humo, para evitar encararnos al fuego!
2.- Esta es la misericordia de Dios que es enseñada y presentada por Jesús Maestro: más allá de las leyes, de las normas y de los preceptos está el corazón del hombre. Y, el corazón, es lo que le interesa a Dios. Entre otras cosas, porque sólo El y uno mismo, podemos saber lo que ocurre en nuestras entrañas o las circunstancias que concurren en la situación de cada persona. ¡Poco les importaba la vida de aquella adúltera aquellos que solicitaban una interpretación de Jesús! A ellos lo que les movía era el poner contra las cuerdas a Jesús.
Es fácil tirar la piedra y esconder nuestra vida
-Y refugiara la sombra de la roca, nuestra propia mediocridad. Mientras hablen de otros…no se fijarán en mí
-Y escudarnos en la presunción de lo que decimos ser y tener pero luego, a sabiendas, de que somos y tenemos todo lo contrario
-Y creernos tan, en posesión de la perfección y de la verdad,que nos convertimos en autómatas a la hora de poner en práctica las leyes que atan para los demás, y por el contrario, querer las alas de la libertad para nosotros.
Es fácil arrojar la piedra y esconder nuestras faltas
-Y extraerla de esa gran minería, que todos llevamosen el interior, a golpe de juicios primarios y sin consistencia
-Y buscarla de gran tamaño para castigar las lagunas más diminutas de los demás y la más insignificante para los defectos más gigantes de uno mismo
-Y poner el ventilador salpicando a los otros con lo que en nosotros resulta difícil de eliminar
Es fácil tirar la piedra y ser duros con los que tropiezan y se desploman
-Y no caer en la cuenta que Dios, que tiene mucho de Padre, está muy cerca de aquellos desplomados, por haber sido injustamente tratados
-Y dedicarnos a explotar la cantera de nuestros interesados juicios y olvidar el cultivo de la bondad de nuestro corazón
-Y maniatar con ajustados grilletes a los que nos rodean mientras nosotros vivimos en libertad
3.- En estas vísperas de la Pascua del Señortodavía estamos a tiempo de curarnos primero a nosotros mismos. De mirar con detenimiento a esa película que todos tenemos archivada en el corazón y, a continuación entresacar aquellas escenas en las que, alguien y en algún momento, ha tenido misericordia o delicadeza con ciertas acciones que nos causan vergüenza personal o colectiva.
La diferencia entre un amigo de Jesús y uno que no lo es ¿sabéis donde estriba? En que el amigo de Jesús, aún siendo conocedor de las faltas de sus hermanos, lejos de condenarles les ayuda a superarlas; lejos de airearlas procura meterlas en cuarentena para que pierdan fuerza; lejos de liquidar de un plumazo a persona y pecados…intenta ver el lado positivo de su vida para el afectado salga de ese estado y pueda vivir con dignidad.
Siempre que leo el pasaje de Jesús y la adúltera me acuerdo de aquel paciente que iba a un médico con la garganta destrozada de tanto fumar. Era tanto el dolor que sentía que un día se atrevió a sugerir al sanitario: “aunque sea quíteme la garganta porque no puedo vivir así”. Y, el médico, le contesto: “no hombre; lo que Vd. tiene que quitarse es de fumar”.
Ahí quedaría el reto de la mujer adúltera. Mucho le perdonó Jesús (era buen médico y conocedor de su interior). Le faltaba lo más importante: no echar más hollín a su pasado oscuro y comenzar de nuevo.
¿Se lo permitirían aquellos que le acusaron? ¿Fueron víctimas de su propio complot en contra de Jesús?
Pidamos al Señor que, a partir de hoy mismo, seamos capaces de admirar a un Jesús que tiene un peculiar estilo de ver y de sentir las cosas: a favor del hombre y lejos de aquello que va contra su dignidad.
De Betania
Pidamos al Señor que aprendamos la siguiente lección: la corrección del mal comienza con el perdón y no con el reproche.
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