Llegó a Nazaret, donde se había criado, y el sábado fue a la sinagoga, como era su costumbre. Se puso de pie para hacer la lectura, y le pasaron el libro del profeta Isaías. Jesús desenrolló el libro y encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos, y a los ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor. Jesús entonces enrolló el libro, lo devolvió al ayudante y se sentó, mientras todos los presentes tenían los ojos fijos en él. Y empezó a decirles: «Hoy les llegan noticias de cómo se cumplen estas palabras proféticas». Todos lo aprobaban y se quedaban maravillados, mientras esta proclamación de la gracia de Dios salía de sus labios.
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy
Señor, permíteme deslizarme al fondo de la sinagoga para ser testigo de este momento. Estás en tu pueblo natal y eres un atractivo joven, sobre quién han escuchado noticias de sus enseñanzas y sanaciones. Lees los versos de Isaías, y luego tomas asiento para enseñar, tal como hacían los Rabbis.
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