Friday, January 25, 2008

Carta al Nuevo General



Querido Padre Adolfo Nicolás:

Es en hora buena que nuestros compañeros congregados en Roma te han elegido Superior General de la Compañía de Jesús. La verdad es que es una gran noticia

Evidentemente, la prensa lo anuncia con formulaciones lo más sonoras posibles: Si quieren provocar suspicacias dirán que hemos elegido a un “progresista” para contrarrestar lo conservador de la Iglesia, y demás –como si todo en nuestra vida se moviera en extremos y no hubiera mil espacios para el matiz… O volverán a insistir en lugares comunes sobre “el Papa negro” y el poder de la Compañía en la Iglesia (tópicos bastante incorrectos hoy en día). Cualquier simplificación es inútil (y engañosa), pero inevitablemente esos titulares u otros similares aparecerán estos días. Prescindamos de ellos.


Pensemos más bien en la tarea que tienes por delante. Te toca liderar este proyecto de 19200 hombres al servicio del evangelio en esta Iglesia nuestra, plural y compleja, y en un mundo global y herido. ¿Qué pedimos? Supongo que cada quién tendrá su lista de deseos y esperanzas, que es lo que ocurre cuando algo cambia. Aquí van unos cuántos de esos deseos.


En estos días se insiste en la necesidad de una Compañía fiel en y a la Iglesia. Ojalá que siga siendo así: Una Compañía fiel al evangelio de Jesús y a su despliegue en este mundo, en una Iglesia necesitada siempre de gente capaz de vislumbrar nuevos caminos y de reformular una verdad que nunca poseemos en su totalidad; fidelidad humilde, la de quien busca, consciente de la propia fragilidad; y creativa, que permita descubrir cómo seguir haciendo carne, vida y sociedad hoy la bienaventuranza que late en el evangelio; fidelidad valiente y filial, respetuosa y sincera, audaz y paciente.


Que nos ayudes, a los jesuitas y a quienes con nosotros trabajan, a no perder de vista la espiritualidad ignaciana que nace de una mirada sobre un mundo hermoso, pero golpeado de muchas formas.

Que mantengamos la capacidad crítica, y no nos acomodemos ni quedemos ciegos.

Que vibremos con la sensibilidad de un Dios que tiene entrañas de misericordia y sed de justicia.

En estos tiempos de globalización, tendrás que liderar una transformación de nuestras estructuras. Para que cada vez más sepamos trabajar en todo el mundo, aprovechar las fuerzas comunes, compartir proyectos, gritar con una misma voz en nombre de quienes nada pueden decir.

Que no tengamos miedo al cambio si es necesario, ni nos perdamos en disquisiciones estériles sobre falsos problemas que a nadie ayudan.


Desearía que nos animes a ser valientes. Para buscar infatigablemente nuevas respuestas ante las mil preguntas que la sociedad se hace ante Dios.

Para defender, con sinceridad, aquello en lo que creemos.

Para dialogar hasta la extenuación en la búsqueda de propuestas teológicas, pastorales, sociales y espirituales que sirvan al pueblo de Dios que a Dios busca, y a quienes no lo conocen o lo conocen de modos distintos.


Este deseo te lo mando desde España, pues sé que en otros lugares del mundo las necesidades y los problemas son otros.


Aquí la Iglesia (y la Compañía), envejece. Porque hay menos vocaciones, por la secularización, por tantas historias… Pero no permitas que nos rindamos ni nos anquilosemos. Ayúdanos a exigirnos creatividad, perseverancia y paciencia. No dejes que un espíritu de nostalgia silencie las nuevas urgencias, que las seguridades por lo ya vivido nos vuelvan inflexibles o que se instale entre nosotros la inercia de lo que “siempre ha sido así”.


Empújanos a volver, una y otra vez, a las fuentes de esa espiritualidad ignaciana donde nuestros primeros compañeros fueron capaces de beber un espíritu que les puso en marcha para incendiar de pasión el mundo.


Mucho de esto lo tenemos que hacer nosotros mismos, cada uno de nosotros. Pero es importante que quien nos lidera marque el sendero. Gracias por el servicio que comienzas. Y que Dios te bendiga y te ilumine en esa nueva misión.


Y, cómo no, gracias al Padre Kolvenbach y a su equipo por todos estos años de entrega.Un fuerte abrazo, y mucho ánimo, AMDG


José María Rodríguez Olaizola, sj.


De los jesuitas de Castilla

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