Monday, January 14, 2008

Congregación General 35: RENUNCIA DEL PADRE PETER-HANS KOLVENBACH (IV)


Las últimas palabras del Padre Menéndez fueron recibidas con un largo y caluroso aplauso que todos los Delegados, puestos en pie, tributaron al Padre Kolvenbach.


A continuación el Padre Kolvenbach tomó la palabra y con una muestra final de su invencible humorismo agradeció a los Delegados el modo tan elegante que habéis escogido para destituirme. Entre risas y plausos, continuó más seriamente:


Queridos Padres y Hermanos, Hoy la Congregación General ha tenido a bien aceptar mi renuncia como Superior General de la Compañía de Jesús. Al final de estos casi 25 años de servicio, quiero en primer lugar dar gracias al Señor, que -para decirlo con palabras de San Ignacio- me ha sido verdaderamente "propicio en Roma", guiando una Compañía de la que Él ha querido servirse para su mayor gloria.


Estoy también muy agradecido por el privilegio de haber podido encontrar y acompañar a tantos amigos en el Señor, que en tan diversas vocaciones se han revelado siempre auténticos servidores de la Misión de Cristo.


Deseo que ningún jesuita se sienta excluido de este profundo reconocimiento. Sin embargo quiero recordar particularmente a aquellos que en la curia general me han ayudado, todos los días y durante años, a llevar adelante la responsabilidad de la Compañía, juntamente con todos los Superiores Mayores dispersos por todo el mundo.


Ya he podido expresar mi sentida acción de gracias al Santo Padre por sus orientaciones apostólicas, que han permito a la Compañía continuar su misión "bajo el signo de la Cruz y bajo el Vicario de Cristo en la tierra".


Tenemos que estar muy reconocidos al Señor porque no obstante la desconcertante diversidad de personas y de culturas, de aspiraciones y de obras, la unión de los espíritus y de los corazones no nos ha faltado nunca, y, a pesar de la fragilidad creciente, la Compañía tiene la capacidad de dialogar apostólicamente con los desafíos del mundo moderno para anunciarle la única Buena Noticia.


En vísperas de la elección de mi sucesor y de tantas decisiones que la Congregación General tendrá que tomar, me uno a la oración con la que San Ignacio terminaba sus cartas: "quiera el Señor, por su infinita y soberana bondad, dignarse concedernos su gracia perfecta, para que sintamos siempre su santísima voluntad y enteramente la cumplamos".


Y este fue el colofón de 24 años y cuatro meses velando día y noche por la Compañía, ajeno a cualquier otro interés.


Fuente: SJ Web

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