Tuesday, January 15, 2008

Un momento para la oración


Marcos 1, 21-28
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: "¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios." Jesús lo increpó: "Cállate y sal de él." El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: "¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen." Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy

Desde el comienzo de su ministerio, Jesús camina hacia un choque violento con el mal.
En ese tiempo, la gente creía que el mal estaba cerca de ellos, e incluso creían que los gritos de los enfermos era los gritos de los demonios alojados en ellos.
Ahora tenemos un lenguaje diferente; pero la presencia poderosa del mal es aún vigente.
Puede presentarse cuando la codicia o la violencia se apoderan de alguien.
¿No es el abuso de los niños, la violencia familiar, la explotación de los inocentes, el efecto de algo más poderoso que nuestra debilidad o nuestro pecado?
El demonio supo cuando Jesús vino a destruirlo.
¿Cuando, en mi vida o en mi círculo personal, puedo orar para que el bien triunfe sobre el mal?
De espacio sagrado

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