Thursday, January 17, 2008

Un momento para la oración


Marcos 1:40-45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: "Si quieres, puedes limpiarme." Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Quiero: queda limpio." La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: "No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés." Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.
¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy

Jesús tomo muy en consideración las limitaciones de un enfermo de lepra.
Al haber sanado al hombre, Él quedaría bajo la sospecha de haberse contaminado, por lo que no podría entrar a los pueblos, debiendo quedarse fuera de ellos, igual que un leproso.
Esta es otra ocasión en que Jesús se inserta en las costumbres y la cultura del pueblo judío.
En la Encarnación se convierte realmente en uno de nosotros, se "hace carne". Nos conoce y siente como nosotros desde nuestro interior, y sabe lo que significa ser un descastado, uno que nadie acepta y que todos miran en menos.
¿Quienes son los descastados en mi pequeño mundo?
En mis oraciones, ¿puedo recordarlos y tratar de sentir lo que significa ser tratado como basura, indigente, diferente?
Quizás mis oraciones ¿suavizarán mi actitud hacia los rechazados por la sociedad?
De Espacio Sagrado

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