Tuesday, October 14, 2008

La crisis ‘blasfema'

Los titulares de estos días sobre la crisis rozan el tono apocalíptico y los desplomes de las bolsas parece como si fueran resortes que nos quitan el suelo debajo de nuestros pies, cuando la realidad, la pura realidad es otra.


Un admirado columnista lo ha llamado ‘crisis de idolatría', cuando al final se reconoce que se han puesto todos los huevos en la cesta del capital y de la codicia a él asociada y cuando se ha construido y justificado un orden económico teóricamente regido por el mercado, pero que a la postre dependen de la bondad del Estado --al cual siempre denigran por su afán intervencionista y su obstruccionismo-- para que venga a arreglar los platos rotos de la burbuja en la que se ha vivido todos estos años.


Los mismos que en ciertos países se rasgan las vestiduras porque el Estado está demasiado comprometido en "ayudar a los pobres" a través de seguros sociales, cobertura sanitaria y otras acciones "onerosas" para las arcas de la administración miran ahora para el otro lado cuando papá--estado concede 700.000 millones de dólares para sanear los créditos y la liquidez. ¿Dónde están ahora los gurús del libre mercado? En estos días hay personalidades financieras que se están desgañitando pidiendo la intervención estatal... O sea que hacer que el Estado intervenga para defender a los pobres, a los trabajadores afectados de precariedad y a las personas con más necesidades vitales es un lastre y un freno al crecimiento económico... pero si es para sanear "los mercados"... hombre, eso sí que es aceptable. Pues si el mercado es y debe ser libre --y esto es uno de los dogmas que se han proclamado a diestro y siniestro--, pues que se sane a sí mismo dentro de su libertad ¿no? ¿O la libertad del mercado es sólo para cuando las cosas van bien?


No sé, como les digo yo soy un burdo trabajador de a pie que ve día a día una realidad muy diferente de la de los niveles del Dow Jones, el IBEX o el DAX ... para mila crisis comienza no cuando hay un 9% de pérdidas en tal o cual bolsa, sino cuando veo que en los kioskos populares de bebidas y de alimentos de primera necesidad de África se comienza a vender pan de molde por rebanadas, simplemente porque una familia trabajadora no puede permitirse el comprar el pan completo que valía 0'25 euros y que de pronto ha alcanzado un precio de casi el doble.


Esa es la verdadera crisis, no la de aquellos que han puesto el dinero que les sobra en los valores bursátiles o en especulaciones de terrenos o construcciones, la de aquella multitud que no tiene ni idea cómo funciona una bolsa, los que no llegan a fin de mes porque los salarios se estancan o son de por sí escandalosos de puro bajo o los de aquellos que no pueden permitirse el lujo de caer enfermos porque no hay dinero con que pagar las medicinas. Lo que es apocalíptico es que haya gente que se desloma trabajando y sigan sobreviviendo con menos de un dólar al día... porque esos, aparentemente, no necesitan ni necesitarán nunca un paquete de medidas con una buena ristra de ceros que mitigue su postración.


En el año 2000 se acordaron los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), esos niveles mínimos de desarrollo y de servicios básicos a los cuales más de 180 países se comprometieron llegar antes del 2015. Lo que se necesitaba para alcanzar estos valores hasta el año 2015 para todos los países que necesitan alcanzarlos son unos 72.000 millones anuales... pero lógicamente no había voluntad política de poner todo ese dinero sobre la mesa, aunque fuera una fracción de esa cantidad astronómica de 700.000 millones que de la manera más chulesca el gobierno más poderoso del mundo ha puesto a los pies de Wall Street para que siga funcionando y no le falte "confianza".


Las muertes de millones de niños por la falta de acceso a agua potable o debido a la malaria no mueven los corazones financieros tantos como unos puntos porcentuales en el Dow Jones. Así de prosaica y de jodida es la realidad de nuestro mundo.


Por otro lado, creo que de todo esto se sacará algo bueno. Durante años, los profetas del este orden económico imperante han estado predicando que no había otra alternativa en África que la liberalización (asimétrica, claro está) de los mercados (y eso suponía bajos costos sociales, ninguna protección laboral, horarios laborales abusivos, etcétera). Un sistema basado en la especulación, la burbuja inmobiliaria y el beneficio desenfrenado amenaza ruina y los dogmas que nadie se atrevía a cuestionar de pronto se ven profundamente soliviantados y zaheridos por una crisis blasfema que hiere al dios mercado y que amenaza la estabilidad de fundamentos hasta ahora sólidos e impepinables.


Y es que, aunque cueste un gran esfuerzo, a veces lo mejor es cambiar los fundamentos cuando estos están henchidos de miseria y podredumbre.


Alberto EismanJaén,
1966. Licenciado en Teología y máster en Políticas de Desarrollo. Ha sido director de país de Intermón Oxfam para Sudán donde se ha encargado de la coordinación de proyectos en Nairobi y Wau.

Del blog "Muzungu"

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