Friday, April 27, 2012

Cardenal Jorge Medina y sus opiniones sobre los homosexuales


Entrevista aparecida en revista Caras

Cardenal Medina y el ‘peso espiritual’ de ser homosexual



‘Lo compararía con un niño que nace sin un brazo’


Puede un hombre enamorarse de otro hombre? “Imposible”, dice convencido. Mientras defiende el actuar de monseñor Ezzati ante la muerte de Daniel Zamudio, confiesa haber asesorado espiritualmente a homosexuales, aunque afirma de ellos: “Llegan a extremos de violencia y asesinatos de manera mucho más frecuente que los heterosexuales”. Frente a Camila Vallejo, aclara: “No me corresponde estar fascinado con una niñita”.

Jorge Arturo Augusto Fernando Medina Estévez camina a paso lento en su departamento de 90 metros cuadrados. El hombre que el 2005 pronunció desde los balcones de la Santa Sede el Habemus Papam —y que significó la llegada de Benedicto XVI a la cima de la Iglesia—, se mueve en la simpleza de un hogar en donde el espacio más amplio es ocupado por una sencilla pero hermosa capilla.

Meticuloso, buena parte de sus actividades están registradas en pequeñas libretas que se encarga de ir llenando con datos siempre precisos. Por ejemplo, en el atiborrado escritorio dominado por una vieja máquina de escribir alemana, al abrir su registro revela la cantidad de cartas que ha enviado en lo que va del año. “Son 253”, dice. A unos metros, en su pequeña pieza con cama de una plaza, también hay un historial diario de sus niveles de glicemia. Abre la libreta y aclara: “Hoy a las seis de la mañana tenía 73”. Disciplinado, todos los días se encarga de quemar grasa en una bicicleta estática. En ella, recorre diez kilómetros con un parámetro preciso: reza dos rosarios mientras pedalea.

Caminará más lento con sus 85 años, pero la mente del cardenal está tan plagada de convicciones como siempre. Y, por supuesto, su lengua tan filosa como antaño.

A LOS 10 AÑOS COMENZÓ A IMITAR EL LADRIDO DE LOS PERROS
. Una afición que nació de los canes que solían amenazarlo cuando vivía en la calle Manuel Infante. Hoy, sigue con su costumbre. De hecho, cuando sale de su departamento suele esperarlo un perro que le ladra con enojo. Como respuesta, Medina también lo mira y le devuelve un par de ladridos. “Me gustan los perros porque uno sabe de inmediato lo que les pasa. Los gatos, en cambio, son traicioneros”, agrega. Pero ahora lo que lo ocupa es el debate sobre el aborto y la discriminación.

—¿Qué le parece que se hable de estos temas?
—Lo que sucede es que uno observa una evolución malsana. Por ejemplo, una mujer que vive con un hombre ahora le llama ‘su pareja’. Y esa relación se considera legítima. Pero muchas veces no quieren tener hijos y después se separan y ‘rehacen’ sus vidas con quien quieren. Para mí la única convivencia legítima es la matrimonial.

—¿Cree, entonces, que es un error que el Estado reconozca las situaciones de convivencia?
—Absolutamente. Ni reconocimiento, ni favorecimientos, ni asignaciones, ni herencias…

—¿Aunque existan uniones de 30 o más años?
—Lo que sea.

—Desde hace un tiempo existe una exposición más amplia y pública del mundo homosexual y también una creciente aceptación de los chilenos. ¿Qué le parece esto?
—El fenómeno de la homosexualidad es complejo y sus causas no han sido aún científicamente identificadas. Me parece que salta a la vista que es un desorden, porque los órganos genitales están orientados a la procreación y usar ellos en forma homosexual es algo aberrante y contrario a la naturaleza. Pero hay que distinguir claramente entre ‘tendencia homosexual’, que en sí misma no es culpable, y la realización de actos homosexuales, los que sí son inmorales y absolutamente reñidos con la ética cristiana, tal como lo enseña la Biblia sin ambages. Una persona que tiene tendencia homosexual no debe ser objeto de violencia física y es acreedora de respeto y compasión. Pero el respeto no puede llegar nunca a reconocer como bueno o aceptable algo que está reñido con la moral y con la naturaleza.

—¿Usted preferiría que vivieran su orientación sexual en silencio?
—Todo el campo del ejercicio de la genitalidad pertenece a un ámbito que exige delicadeza, reserva y pudor. La intimidad y la privacidad son características de profundo contenido humano y por eso no creo sano que haya expresiones públicas a favor de la homosexualidad. Por su propia dignidad, me parece aconsejable que una persona con esa tendencia guarde reserva. Creo nociva la publicidad de la convivencia de parejas del mismo género. Peor todavía si las leyes civiles le otorgan reconocimiento o protección, haciendo de lo inmoral algo aceptable e incluso otorgándole beneficios.


MEDINA SE MUEVE PARA LAS TOMAS FOTOGRÁFICAS y lanza una exigencia: que no aparezcan cuadros ni elementos llamativos. “Para que no se tienten los cacos”, justifica.

—¿Qué será mejor para un huérfano, vivir en un orfanato o ser adoptado por una pareja del mismo sexo?
—Su adopción por parte de convivientes homosexuales no me parece una opción ventajosa, ya que se corre el riesgo, muy grande, de que consideren el modo de vida de sus adoptantes como algo normal y aceptable.

—¿Los chilenos tienen una visión ‘romántica’ en su creciente tolerancia hacia el mundo gay?
—Creo que hay una falta de comprensión de lo que es la naturaleza de las cosas. Si un hombre se acuesta con un hombre, ninguno de los dos va a quedar embarazado. El sexo es para establecer una unión física abierta a la procreación.

—Perdón, pero también existen matrimonios heterosexuales incapacitados de procrear.
—Sí, pero siempre en ese caso existe la complementación amorosa de distinto sexo.

—¿Y esa complementación amorosa no puede darse entre personas del mismo sexo?
—No. De hecho, las personas homosexuales cambian de pareja con bastante frecuencia.

—¿Más que los heterosexuales?
—No tengo estadísticas. Pero las personas homosexuales llegan a extremos de violencia y de asesinatos de manera mucho más frecuente que los heterosexuales.

—Para entenderlo bien, ¿un hombre no puede amar a un hombre?
—No lo puede amar maritalmente. A mi juicio es imposible.

—¿Alguna vez ha asistido espiritualmente a un homosexual?
—Sí, y más de una vez. He tratado de ser acogedor y amable, pero sin disimular la verdad, como lo inculcan los documentos oficiales de la Iglesia en la materia. Es gente que sufre mucho. Digan lo que digan, ellos sienten que su situación no es normal. Hay que ayudarlos a sobrellevar ese peso, que yo lo compararía, por ejemplo, con un niño que nace sin un brazo. Es una desgracia y hay que asistir a ese niño para que su limitación no le impida llevar una vida lo más común posible.

—¿Ha conocido a sacerdotes gay?
—Conozco un caso, y no quiero señalar nombres porque es muy delicado, en que me parecía que había una homosexualidad que fue larvada en un comienzo y, tiempo después, manifiesta.

—¿Y qué sensación tenía al enfrentarlo?
—No lo conocí profundamente, no me pidió ayuda y por eso no podía dársela.
Lea la entrevista completa en la edición del 27 de abril


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