La organización eclesiástica que sirvió de paraguas a Fernando Karadima para cometer sus abusos sexuales, llegó hoy a su fin. La iglesia de Santiago resolvió disolverla, sin especificar qué ocurrirá con sus cerca de 40 miembros, ni tampoco con las propiedades que estaban a su nombre y entre las cuales se encuentra la propia iglesia de El Bosque avaluada por el fisco en U$ 10 millones. Esta es la historia de un colectivo eclesiástico que se creó para adorar a Cristo y que Karadima terminó usando para su propia adoración.
En un escueto comunicado la Iglesia de Santiago informó que el arzobispo Ricardo Ezzati decidió cancelar el reconocimiento canónico que se le había otorgado a la Pía Unión sacerdotal que data de 1928. Según el comunicado, “la finalidad de este acto jurídico busca constituir nuevos vínculos significativos de caridad y fraternidad entre los miembros del Clero de Santiago, creciendo en la identificación con Jesucristo, en comunión y colaboración con el Obispo”.
La Pía Unión fundada por el sacerdote Alejandro Huneeus en 1928, pretendía ayudar a los sacerdotes que la integraban a acercarse a Cristo, pero desde los años 70 fue transformada por el sacerdote Fernando Karadima en un mecanismo para mantener bajo su control a los sacerdotes que se formaban en la parroquia de El Bosque. También la usó como un paraguas inmobiliario que permitía administrar los enormes recursos que llegaban a esa iglesia.
Es por eso que la Pía Unión, que hoy llega a su fin, está íntimamente ligada a los abusos que el sacerdote Karadima cometió y que de acuerdo a la justicia están prescritos.
Una investigación de CIPER detectó -solo en los alrededores de la Parroquia El Bosque- cinco propiedades a su nombre: dos departamentos están en la comunidad «Los Apóstoles», (el 602 de Avenida El Bosque Nº 915 y el 702 de Avenida El Bosque Nº 957, más cuatro estacionamientos y dos bodegas). Por cada uno la Pía Unión recibía unos 400 mil pesos mensuales de arriendo. Otra de las propiedades es una casa de calle Carlos Antúnez donada a la Unión Sacerdotal por Nicolás Arzía Goles, en 1984, y que les rentaba 700 mil pesos mensuales por concepto de arriendo.
Las últimas dos propiedades cuyo usufructo controlaba la Pía Unión Sacerdotal y en los hechos Karadima, son el «Centro Médico El Bosque», ubicado en Eleodoro Yáñez Nº 2820, por el que recibían un arriendo mensual de $2.100.000 (según declaró ante la justicia la administradora María José Riesco Bezanilla); y la misma Parroquia El Bosque, una manzana en uno de los barrios más caros de Santiago. Su avalúo fiscal es de 5 mil 164 millones de pesos (unos 10 millones de dólares). No paga contribuciones, por ser un lugar destinado al culto. Y como propietario figura la «Parroquia El Bosque», una entidad sin RUT, controlada por la Unión Sacerdotal.
La Pía Unión fue fundada en 1928 por el sacerdote Alejandro Huneeus con la idea de que la parroquia El Bosque se transformara en un lugar de formación de sacerdotes. En la concepción de Huneeus, la Pía Unión iba a ser el paraguas que cobijara su proyecto fundacional. Con dinero de su bolsillo compró la parroquia a Loreto Cousiño (pagó 1 millón 200 mil pesos de la época) y la donó a la Pía Unión. Y en esa espléndida construcción reunió a una decena de jóvenes que buscaban discernir su vocación sacerdotal.
Ente ellos estaba Fernando Karadima Fariña, quien llegó a El Bosque en septiembre de 1952, un mes después de la muerte de Alberto Hurtado.
Los documentos existentes no permiten tener claridad del sesgo que Alejandro Huneeus quería darle a su institución: se afirma, apenas, que la espiritualidad de la Pía Unión estará centrada en la obediencia al Arzobispo y en la adoración al Sagrado Corazón de Jesús. Esa falta de claridad despertó prontas sospechas en el clero santiaguino. Y ya que Huneeus había sido rector del Seminario Pontificio entre 1935 y 1939, el que levantara una suerte de seminario propio, se podía leer como una silenciosa protesta contra la línea formativa que se impartía en la Iglesia.
El sacerdote Bernardo Herrera, quien también fue rector del Seminario entre 1992 y 1994, recuerda que la crítica de fondo en contra de Alejandro Huneeus era “que no se entendía lo que quería hacer porque la Pía Unión no era una orden… y no estaba muy claro cuál era su espiritualidad. Me acuerdo que los que se le oponían más firmemente eran monseñor Jorge Medina y Sergio Valech, que eran formadores del Seminario del Arzobispado en años en que se enfrentaba una preocupante falta de vocaciones”.
Alejandro Huneeus siguió adelante con su proyecto. Sus estudiantes recibían buena parte de la instrucción de los mismos sacerdotes de la Pía Unión. Por su preparación e influencia, destacaba el sacerdote Emilio Tagle Covarrubias, quien en enero de 1958 fue nombrado obispo auxiliar de Santiago y en diciembre, tras la muerte del cardenal José María Caro, se desempeñó tres años como administrador apostólico del Arzobispado. Ejerció así como un arzobispo de facto, con las atribuciones pero sin nombramiento.
Más allá de los motivos que llevaron a Huneeus a crear su organización, a partir de los 60 en El Bosque se refugió una parte de la Iglesia que se sentía agredida por los cambios sociales que vivía el mundo. Y su respuesta era afincarse en la prédica moral desde una postura de superioridad, haciendo de los aspectos sexuales un asunto central de la fe y de la expresión de religiosidad. Incentivados por esas características que determinaron la identidad del círculo de El Bosque, la parroquia se convirtió en la favorita de una feligresía conservadora, que también recelaba del discurso social de la Iglesia «roja» que amenazaba directamente el sistema y sus bienes.
Como novicio de la Pía Unión, Fernando Karadima no solo tomó clases con el obispo Emilio Tagle. El plan formativo de los sacerdotes incluía retiros espirituales de una semana de duración con los jesuitas y aprobar los cursos de Teología de la Universidad Católica.
El profesor de estos primeros postulantes en la Universidad Católica fue Jorge Medina Estévez, futuro obispo de Valparaíso. Un asistente a esas clases recuerda que en una ocasión, Medina echó de la sala a Fernando Karadima. Consultado sobre ese incidente el sacerdote señaló a CIPER “Jamás ocurrió tal cosa, porque si lo hubiera echado no habría entrado más a mi clase”. Reconoció, eso sí, que fue su alumno y que era “joven tranquilo y criterioso”.
A fines de los 50 los novicios de la Pía Unión ya eran mirados con recelo por el resto de la comunidad de la Iglesia. “Había cierta envidia por el nivel social de nuestra gente y también porque la formación era muy buena”, relata uno de estos primeros postulantes que luego no se hizo sacerdote. Agrega que también les hacían burlas por la completa obediencia que se les exigía: “Nosotros, antes de recoger un papel, teníamos que pedirle permiso a nuestro superior. Me acuerdo que Jorge Medina se reía de eso”.
Años después, echando mano a esas costumbres, Fernando Karadima ejerció sobre los jóvenes que lo rodeaban un férreo control. Los obligaba a relatarle hasta los más ínfimos detalles de sus vidas privadas. Y también, a consultarle qué ropa usar, con qué mujer juntarse y qué amigos frecuentar. Verónica Miranda, la ex mujer de James Hamilton, cuenta que debían pedirle permiso para asistir a cualquier reunión social y que incluso su marido se preguntaba si usar determinado lápiz le parecería correcto al sacerdote.
Es imposible culpar a Alejandro Huneeus o a los formadores de los seminaristas de El Bosque por lo que Fernando Karadima hizo con el correr de los años. Pero en ese experimento conservador que llevó adelante Huneeus, algunos filtros no funcionaron debidamente. Tal vez esa y otras razones que se desconocen provocaron que en 1961 Roma ordenara que todos los seminaristas de El Bosque se fueran al Seminario Pontificio y siguieran ahí sus carreras. La producción de vocaciones como la había soñado Huneeus se terminó. También la de crear su propia congregación. Lo que sí está claro es que para entonces Karadima, quien había sido ordenado sacerdote en 1958, tenía sus vínculos sagrados y estaba listo para comenzar su carrera.
Durante los años en que reinó en el Bosque todos los lunes Karadima reunía a los sacerdotes que se habían formado a su alero y los confesaba. Esas sesiones de la Pía Unión eran parte de un implacable sistema de control que le permitió a Karadima lograr abusar física y sicológicamente de muchos de sus ex feligreses, entre los que están sus principales denunciantes, James Hamilton, Juan Carlos Cruz, Fernando Batlle y José Murillo.
Información tomada de Ciper Chile
Por otro lado el Arzobispado de Santiago dio a conocer lo siguiente:
Arzobispo de Santiago puso término canónico a Unión Sacerdotal del Sagrado Corazón de Jesús
Con fecha 5 de este mes de Abril, según decreto del Arzobispo de Santiago, monseñor Ricardo Ezzati Andrello, se puso término canónicamente a la Asociación Clerical “Unión Sacerdotal del Sagrado Corazón de Jesús”.
El mencionado decreto establece que “el Señor Arzobispo de Santiago, independientemente de la Visita Canónica realizada por Mons. Carlos Colazzi, Obispo de Mercedes – Uruguay, cuyas conclusiones obran en poder de la Congregación para la Doctrina de la Fe, oído el parecer favorable del Consejo Directivo de la Unión Sacerdotal y la petición de sus miembros, ha decidido cancelar el reconocimiento canónico que se le había otorgado con Decreto Arzobispal del 21 de Agosto de 1928, renovado con Decreto 417, del 23 de Diciembre de 1989.
“La finalidad de este acto jurídico busca constituir nuevos vínculos significativos de caridad y fraternidad entre los miembros del Clero de Santiago, creciendo en la identificación con Jesucristo, en comunión y colaboración con el Obispo y el presbiterio de la Arquidiócesis, testimoniando vivamente el deseo de Jesús: “Que todos sean uno” (Jn 17, 21).
Fuente: DOP Santiago - www.iglesiadesantiago.cl
Santiago, 13/04/2012
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