Thursday, September 05, 2013

Un poema de Esteban Gumucio ss.cc. LA HUMILDE QUEJA DE LOS POBRES


LA HUMILDE QUEJA DE LOS POBRES


Hermano, 
estabas tan lejos que no alcanzaste a oír el trueno; 
no alcanzaste a ver el rayo. 
Dormías cuando la tempestad vino sobre nosotros 
y destruyó nuestra vivienda. 
Después dijiste desde el interior de tu confortable 
 morada: 
«No ha habido trueno, ni rayo, ni tempestad...» 
Hermano, estabas tan repleto de éxito, 
tan ocupado en tu propia seguridad, 
que no cabía en tu corazón el recuerdo de los ausentes. 
Tu fiesta terminaba en el muro posterior de tu mansión. 
Más allá estábamos los pobres y Dios. 
Tú celebrabas la privatización de las empresas; 
nosotros teníamos una asamblea para organizar 
un fondo común para cesantes. 
Pienso, hermano, que estás equivocado, no por maldad, 
sino por lejanía. 
La verdadera fiesta está donde Dios se llama caridad-
 solidaridad 
y se comparte el gozo de ser de su parentela. 
También tú eres de la familia. Abre tus ojos, 
tus puertas y tus ventanas; 
y ven a la fiesta del Padre. 
Te pido que abras tus puertas y ventanas para 
 cerciorarte del sol, 
porque hasta ahora tú has preferido leer El Mercurio 
para saber el pronóstico de los tiempos. 
Abre tus ventanas y asómate. 
Escucha el clamor de tu pueblo: es un trueno; 
abre tus ojos, mira, que es un rayo. 
Si te quedas contigo mismo, encerrado entre los tuyos, 
instalado en tus pantuflas, a puertas cerradas, 
a ventanas tapiadas, 
dejarás a Dios a la intemperie, al otro lado de tu vida.
«Donde está tu tesoro, está tu corazón» 1
Si tu tesoro se llama propiedad, capital, seguridad,
poder para tener más; 
tu corazón anda en mala compañía. 
Se vuelve limitado como el terreno cercado de una 
 propiedad. 
Se vuelve materia, como la espesa consistencia 
de tu capital adorado. 

1 Mateo 6, 21

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