El comisionado de Educación para el estado de Borno comunicó la hazaña. Aún quedan 219 menores cautivas
Un artículo del diario nigeriano Punch reportó que 4 de las más de 200 niñas que fueron secuestradas por militantes del grupo islámico Boko Haram el mes pasado escaparon de sus raptores, según una autoridad gubernamental de Nigeria.
El comisionado de Educación Musa Inuwa no quiso dar más detalles sobre el escape.
Las jóvenes estaban dando exámenes en una escuela secundaria en el remoto pueblo de Chibok el 14 de abril cuando hombres armados las rodearon y se las llevaron. Cincuenta y tres huyeron poco después, dijeron autoridades en el estado de Borno, donde está el epicentro de la insurgencia.
Por otro lado, el ex presidente nigeriano Olusegun Obasanjo puso en marcha una campaña para mediar en la liberación de las secuestradas. Según publicó este miércoles la prensa local, Obasanjo ha contactado con el abogado que estuvo en las negociaciones de hace tres años entre el Gobierno y los insurgentes, que se cerraron sin acuerdos.
"Tengo un abogado que puede hacer de vínculo con los líderes de Boko Haram y que puede servir al Gobierno para poner fin a la insurgencia", señaló al diario Vanguard. "Hay dos cuestiones en juego, la libertad de las niñas y el fin del movimiento insurgente", subrayó Obasanjo.
Boko Haram, que significa en lenguas locales "la educación no islámica es pecado", lucha por imponer un Estado islámico en Nigeria, país de mayoría musulmana en el norte y predominantemente cristiano en el sur.
Desde que la Policía acabó en 2009 con el entonces líder y fundador de Boko Haram, Mohamed Yusuf, los radicales mantienen una sangrienta campaña que ha provocado más de 4.000 muertos
Infobae
Las niñas
El miserable que las secuestró lo ha hecho porque podía, porque su entorno propicia y acepta esta violencia
Las más de 250 niñas secuestradas en Nigeria desaparecieron el 14 de abril, o sea, hace un mes. Amnistía Internacional acaba de denunciar que el Ejército nigeriano fue advertido del secuestro y que no hizo nada. De hecho, en los primeros días apenas si se dio importancia a la noticia, porque las niñas no llevan petróleo en las tripas, ni diamantes, ni minas de uranio. Luego la cosa empezó a convertirse en un escándalo y los Gobiernos se han visto obligados a actuar. Las niñas fueron raptadas por ir a la escuela. Como Malala. Pero el tiro en la cabeza de Malala es un horror liviano comparado con el destino de estas chicas. Alguna que escapó ha dicho que las violan 15 veces al día y que si se resisten las degüellan. A estas alturas todas tendrán sida, por no hablar de las lesiones físicas y psíquicas, seguramente irreparables.
El miserable que las secuestró lo ha hecho porque podía, porque su entorno propicia y acepta esta violencia. En el norte musulmán de Nigeria la mujer no pinta nada y las niñas son vendidas como ovejas por elevadas dotes. Las secuestradas provenían de familias más abiertas (algunas cristianas), familias que se arriesgaban a enviarlas a la escuela. Al destrozar a sus niñas, están mandando un aviso a la población: todo lo que sea darle a la mujer más consideración que la que se da a una cabra será castigado. Por eso, porque esa violencia atroz forma parte de la violencia habitual, fue por lo que nadie se movió, aparte de los desesperados padres. No sólo hay que rescatar a las niñas ya, también hay que dar un castigo ejemplar a las alimañas que hacen esto y demostrar que no se puede mantener a media población en semejante nivel de abuso y sufrimiento. Me pregunto qué tara feroz, qué oscura patología arrastran algunos varones, para que ese odio delirante hacia la mujer se repita tanto a lo largo de la Historia.
Rosa Montero
Periodista y escritora
Periodista y escritora
13 de mayo de 2014
El País
El País
Donde estudiar es pecado
08 mayo 2014
Por Irene Milleiro
Doscientas setenta y seis estudiantes de secundaria, 276, secuestradas en su instituto por un grupo terrorista. Sucedió el 14 de abril, y fue noticia durante un par de días en la prensa. Después, nada, porque sucedía en Chibok, Nigeria y no en Denver, Colorado, ni en Berlín, ni en Sevilla. Poca gente había oído hablar de los secuestradores, el grupo islamista radical Boko Haram. Así que la historia se podía haber quedado ahí, como tantas otras historias que llegan desde África. Pero esta vez no.
El 23 de abril, Oby Ezekwesili, ex ministra de educación de Nigeria, reclamó en público al gobierno nigeriano que rescatase a las chicas y las devolviese a sus casas. Un abogado presente durante su discurso, Ibrahim M Abdullahi, tuiteó sus palabras con la etiqueta #Bringbackourgirls. Unos días después, empezaron a leerse noticias preocupantes: las niñas estaban siendo sacadas del país a los vecinos Chad y Camerún y vendidas por unos 10 Euros a militantes islamistas para casarse.
Para las familias fue demasiado. Madres y familiares de muchas de las chicas salieron a la calle a reclamar al Presidente el rescate de sus niñas. Y la mecha prendió en EEUU y el resto del mundo. Mientras las manifestaciones en Nigeria continúan, más de un millón de personas en Twitter han compartido la etiqueta #bringbackourgirls, en apoyo a las chicas y a sus familias. Entre ellas, rostros conocidos: de Malala a Hillary Clinton, pasando por Mary J. Blige o Ashton Kutcher, organizaciones como Amnistía Internacional, Más de 400.000 personas han firmado la petición de Ify, una chica nigeriana, pidiendo a los líderes mundiales que ayuden a rescatar a las chicas. Cada día se celebran actos y vigilias de solidaridad en todo el mundo.
Y parece que todo esto está teniendo resultado. Tras semanas callados, al presidente de Nigeria no le ha quedado más remedio que prometer que traerá a las chicas a casa. Los gobiernos de EEUU, Francia y Alemania ya le han ofrecido ayuda concreta para hacerlo.
Dos preguntas me rondan la cabeza estos días. La primera ¿por qué esta vez sí? ¿Por qué se ha generado este impresionante apoyo internacional? Quizá porque Nigeria no es cualquier otro país africano, sino uno de los más desarrollados. Quizá por el cercano precedente de Malala, que generó una impresionante ola de apoyo en todo el mundo a la causa de la educación de las niñas. Quizá porque a diferencia de otros problemas que asolan África, este parece ‘manejable’ y posible de conseguir: rescatar a 200 chicas de manos de un grupo armado. Quizá porque la tecnología permite conocer estas noticias, reaccionar muy rápido y generar cadenas de solidaridad globales. Quizá porque en los últimos años es tendencia en EEUU todo lo que tenga que ver con la educación de las mujeres y su desarrollo profesional. Quizá por todo lo anterior.
La segunda pregunta me resulta más complicada de responder. ¿Por qué en España no hemos visto esas mismas declaraciones de apoyo que se han sentido en Francia o Alemania? Las noticias sobre el secuestro sí han aparecido en los medios, de forma más o menos amplia, pero iban apareciendo. Pero a diferencia de países como Francia o Alemania, nadie ha recogido el guante. Ni las ONG, ni mujeres (ni hombres) relevantes de la vida política o social han dicho prácticamente nada sobre el tema. Un ejemplo: tres semanas han tardado el PSOE y Elena Valenciano en mostrar su ‘enérgico rechazo‘ ante el secuestro. Las organizaciones de mujeres, que yo sepa, tampoco han hablado mucho sobre el asunto. Ni el Gobierno, después del escueto comunicado dos días después del secuestro en el que hacía ‘votos’ por la inmediata liberación de las chicas. ¿Será porque África nos importa más bien poco, quizá por la falta de lazos culturales? ¿Será porque ‘ya tenemos bastante con lo nuestro’? ¿Será porque no sabemos inglés y lo de #bringbackourgirls no nos decía nada? ¿Será porque nuestra ‘sociedad civil organizada’ está en la parra o no tiene la flexibilidad ni el músculo necesario para reaccionar ante este tipo de hechos? No lo sé. Y me inquieta.
Pero basta de preguntas sin respuesta. Ya que parece que el tema finalmente ha llegado a España, aprovechémoslo. Tú también puedes hacer algo. Habla de este tema con tus amigos. Usa las redes sociales para pedir a personas relevantes que se mojen. Anima a la ONG de la que eres socia a que se pronuncie. Escribe una carta a tu periódico o tu revista favorita. Firma la petición iniciada por Ify. Organiza una vigilia en tu calle. Cámbiate la foto de perfil. Haz lo que sea, pero no permitas que el mundo se olvide de que estas 200 chicas siguen secuestradas. Hagamos que esta vez sea diferente. Vamos a llegar hasta el final y conseguir que todas ellas vuelvan a casa y sigan estudiando.
Irene Milleiro es responsable de campañas de Change.org
Más de la mitad
20minutos
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Doscientas niñas secuestradas en Nigeria. África necesita ejércitos competentes
Lunes , 12 de Mayo de 2014 - 10:05
El secuestro de más de 200 chicas de una escuela secundaria en el Noreste de Nigeria se ha convertido en un fenómeno que ha conmocionado a toda la humanidad por obra y gracia del efecto multiplicador de Internet y de las figuras mundiales que han prestado su imagen a la campaña “Bring Back Our Girls”, entre ellas Michelle Obama y un desfile de celebridades que van desde conocidos actores hasta destacados políticos. Todos, desde el Consejo de Seguridad de la ONU hasta el Vaticano, o incluso destacados líderes e instituciones islámicas –que hasta ahora habían guardado silencio cuando los islamistas realizaban alguna salvajada- han condenado este atentado, atrayendo una fuerte corriente de simpatía planetaria.
Para poner las cosas en su contexto, recordemos que los autores del secuestro, la secta islamista armada nigeriana Boko Haram (“la educación occidental es pecado”, en lengua Hausa), surgió en 2002 para reivindacar la implantación de la Sharía en el Noreste del país, y tras la muerte de su líder Mohamed Yusuf en 2009 comenzó a utilizar la violencia. Desde ese año se calcula que han muerto en Nigeria cerca de 5.000 personas (de las cuales sólo 1.400 en lo que va de año) y al menos 300.000 están desplazadas a causa de los ataques de Boko Haram, que alcanzan ya a países vecinos como Camerún y Níger. La captura de las muchachas, el 14 de abril pasado en una escuela en la localidad de Chibok no ha sido el único ataque perpetrado por este grupo terrorista, que pocos días atrás había matado a 70 personas en un atentado con bombas en la capital, Abuya, y el 5 de mayo se permitió secuestrar a ocho chicas más de otra escuela del estado de Borno, además de lanzar un ataque contra la ciudad de Gamboru Ngala en el que murieron 300 personas. Para mayor chulería, el actual líder de Boko Haram, Abubakar Shekau, publicó un vídeo ese mismo día amenazando con matar a todos los cristianos y jactándose de sus planes de vender a las chicas en el mercado “por doce dólares” y de darlas en matrimonio o incluso a la edad de nueve años.
Nadie sabe dónde están las chicas actualmente. El gobierno de Nigeria asegura que no han salido del país, mientras que otras fuentes dicen que llevarían ya muchos días fuera, en remotos lugares de Camerún o de Chad, y hay incluso quien asegura que habrían llegado a la remota ciudad de Birao, en el Noreste de la República Centroafricana, donde podrían haber sido vendidas como esclavas en Sudán o incluso haber sido llevadas en avión a países árabes del Golfo. Los gobiernos de países como Estados Unidos, Francia, o incluso China, han ofrecido ayuda técnica y militar para localizar y liberar a las muchachas, a pesar de lo cual su futuro de momento parece de lo más incierto.
Todo este interés internacional contrasta fuertemente con la actitud de desinterés que el propio gobierno nigeriano tomó ante el asunto, algo que ha sido una constante durante los últimos años. Amnistía Internacional acaba de asegurar que las fuerzas de seguridad estacionadas en Chibok fueron alertadas pocas horas antes del ataque de Boko Haram pero que no hicieron nada para enviar refuerzos. Lo que está fuera de toda duda, es el que el presidente nigeriano Jonathan Goodluck tardó dos semanas en hacer una declaración pública sobre el asunto. No tuvo más remedio que hacerlo porque numerosos líderes mundiales estaban a punto de llegar al Foro Económico Mundial, que se celebró en Abuya, y donde el mandatario esperaba celebrar el prestigio de su país por la reciente evaluación que lo ha puesto como la mayor economía de África, por delante de Sudáfrica. Para empeorar las cosas, la esposa del presidente, Patience, ordenó la detención de dos mujeres que lideraron manifestaciones en la calle para protestar por el secuestro de las chicas: “dejad de jugar y de usar a las chicas para dar un mal nombre al gobierno”, fue una de las frases de sus desafortunadas declaraciones en las que pidió que “el asunto no salga de Borno”. Mayor metedura de pata, imposible, y sobre todo viniendo de una persona que no tiene ningún papel oficial como autoridad.
Personalmente, el secuestro de las chicas nigerianas me recuerda mucho a la famosa historia de las 139 chicas de Aboke, que fueron secuestrada por otro grupo fanático, el Ejército de Resistencia del Señor (LRA) de Joseph Kony en octubre de 1996 y que también acabó convirtiéndose en una causa conocida en todo el mundo y que atrajo enormes muestras de solidaridad sobre los miles de niños secuestrados por el LRA, aunque eran los tiempos en que el Internet no era lo que era hoy y no tuvo tanta repercusión pública ni se extendió con tanta rapidez. También en aquella ocasión el ejército ugandés había sido alertado con antelación de la inminencia de un ataque, pero no reaccionó con la rapidez necesaria.
Y hablando de ejército, no hay más remedio que insistir en que si Boko Haram lleva cinco años matando a miles de nigerianos y extendiendo un régimen de terror que ha hecho incluso que la mayor parte de las escuelas del Noreste de Nigeria hayan cerrado recientemente, esto se debe a que el país tiene un ejército corrupto, incompetente y brutal, que no es ni sombra de lo que era hace dos décadas, cuando era uno de los más profesionales y serios de África. Los numerosos abusos de derechos humanos que el ejército nigeriano ha cometido contra la población en su supuesta contraofensiva contra Boko Haram, como es de esperar, no ha hecho sino favorecer que se cree un caldo de cultivo para que jóvenes frustrados se unan a los fanáticos islamistas.
Una de las cosas que he aprendido en dos décadas y media de vivir en países africanos en conflicto es que los ciudadanos de este sufrido continente, como los de cualquier otro lugar del mundo, necesitan ejércitos competentes y con medios suficientes. O si lo prefieren, instituciones que garanticen su seguridad y gocen de la confianza del pueblo, porque nos guste o no vivimos en un mundo en el que innumerables grupos de delincuentes, narcotraficantes, rebeldes, cazadores furtivos, salteadores de caminos, terroristas islamistas o del pelaje que sea están dispuestos a matar, secuestrar, extorsionar, incendiar pueblos, atracar a ciudadanos indefensos o cualquier otra salvajada con tal de imponer sus intereses, y es el Estado quien tiene la responsabilidad de asegurar que todo hijo de vecino pueda mandar a sus hijos a la escuela, viajar, hacer sus negocios e irse a dormir por la noche con la tranquilidad de saber que hay policías y soldados profesionales cuyo trabajo consiste en que podamos hacer todo eso en nuestra vida cotidiana sin preocupaciones.
Mucho me temo que uno de los asuntos en los que los que nos dedicamos a asuntos humanitarios hemos desbarrado en bastantes ocasiones es en despotricar contra los gastos militares en África, como si el que los gobiernos africanos invirtieran en educación o sanidad significara no poder hacer lo mismo en defensa y seguridad. Y al final ocurre lo de siempre_ que cuando hay alguna crisis seria, como en el Congo, Malí o Centroáfrica, no hay más remedio que traer tropas extranjeras para asegurar que sus sufridos habitantes no sean víctimas de bandas armadas dispuestas a matarlos por miles. Y tampoco hay que ser ingenuos: si un país africano no tiene medios técnicos para asegurar un buen sistema de inteligencia militar o de estrategia contra-terrorista, no hay nada malo en echar mano de la cooperación internacional en materia de defensa para que quienes tienen mejores sistemas de información y de seguridad ayuden a los países con ejércitos débiles y los formen bien para que hagan su trabajo, y no sólo para que sepan apuntar y disparar mejor, sino para que también estén mejor preparados para respetar los derechos humanos y para ganarse la confianza de la población.
Porque una de las cosas que me quedan más meridianamente claras es que si Nigeria tuviera un ejército bien preparado, sin corrupción, motivado, con buenos sistemas de información y con medios suficientes, hoy no estaríamos lamentando el secuestro de más de 200 niñas escolares a manos de un grupo de fanáticos, ni tampoco la insoportable angustia de sus padres y amigos.
José Carlos Rodríguez Soto
Es licenciado en Teología y en Periodismo. Ha trabajado 17 años en Uganda, la mayoría de ellos los ha pasado en Acholiland (Norte de Uganda), siempre en tiempo de guerra.
Mundo Negro
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