La primera pista sobre las particulares relaciones entre Trump y un Papa llegó con la renuncia de Benedicto XVI.
El ahora presidente dejó por escrito en febrero de 2013 que no le gustó la decisión del Papa alemán. Dijo que fue una resolución que le hizo daño al propio Benedicto XVI y a la Iglesia.
Ante la elección del cardenal Bergoglio, Trump felicitó a todos los católicos y se mostró muy correcto. Si embargo la primera diferencia vino un día después, cuando Francisco pagó en persona y de su bolsillo el alojamiento donde estuvo en los días previos al cónclave. Trump dijo que ese no era el modo de proceder de un Papa.
La respuesta de la gente no se hizo esperar. Le dijeron que la diferencia entre él y Francisco era que el pontífice argentino no tenía que intentar demostrar constantemente su grandeza. Un ataque al que Trump respondió con descarada y orgullosa autoironía: por eso nunca seré Papa.
Ese mismo año, en diciembre, elogió a Francisco: "El nuevo Papa es un hombre humilde, tanto como yo, lo que probablemente explica por qué me gusta tanto”.
La toma de posición más clara de Trump con respecto al Papa fue para responder a estas palabras del pontífice tras el viaje a México:
FRANCISCO
"Una persona que piensa sólo en hacer muros, sea donde sea, y no hacer puentes, no es cristiana. Esto no está en el Evangelio”.
Hablaba sobre la hipótesis de construir un muro entre México y Estados Unidos. Trump respondió que el Papa solo valora una parte del problema y que cuando el ISIS ataque el Vaticano, Francisco será el primero en rezar para que Donald Trump sea presidente de los Estados Unidos.
En una reciente entrevista Francisco evitó valorar la elección de Trump y dijo que habría que esperar a las próximas decisiones que tomará el presidente.
Aunque tengan puntos de acuerdo como el rechazo al aborto, está claro que hay grandes diferencias sobre el modo de resolver los desafíos de nuestro tiempo.
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