Friday, January 05, 2007

El testimonio de la Fe ante la situación actual

Son muchos los frentes y muy gastada está la cristiandad”.
Esta afirmación de San Juan de Ávila (1499-1569), Patrono del clero secular español y Apóstol de Andalucía, tiene máxima actualidad. En ocasiones, la Iglesia se ve interpelada o amenazada por la autosuficiencia del tiempo moderno que trae consigo el secularismo y el laicismo, intentando secar las raíces cristianas de nuestro pueblo.
Los obispos españoles hemos publicado una Instrucción Pastoral titulada: Orientaciones morales ante la situación actual de España. En uno de los números dedicados a las causas de la situación, escribimos: “ El proceso de descristianización y deterioro moral de la vida personal, familiar y social, se ve favorecido por ciertas características objetivas de nuestra vida, tales como el rápido enriquecimiento, la multiplicidad de ofertas para el ocio, el exceso de ocupaciones o la obnubilación de la conciencia ante el rápido desarrollo de los recursos de la ciencia y la técnica. Más profundamente, la expansión de este proceso ha sido facilitada por la escasa formación religiosa de muchas personas, creyentes y no creyentes, por la falta de coherencia en la vida y actuaciones de muchos cristianos, y por la influencia de ideas equivocadas sobre el origen, la naturaleza y el destino del hombre; y no en último término, por la debilidad moral de todos nosotros y la seducción de los bienes de este mundo: por “la codicia, que es una verdadera idolatría” (Col 3, 5) (n. 14).

A esta situación conocida y compartida por muchos, solamente podremos hacer frente con una vida cristiana renovada.. Urge profundizar cada día más en la verdadera experiencia de Dios y en el testimonio de la fe.

“El mundo moderno exige y espera de nosotros sencillez de vida, espíritu de oración, caridad para con todos, especialmente para con los pequeños y los pobres, obediencia y humildad, desapego de sí mismos y renuncia. Sin esta marca de santidad, nuestra palabra difícilmente abrirá brecha en el corazón de los hombres de este tiempo. Corre el riesgo de hacerse vana e infecunda” (Pablo VI, EN, 76).

La doctrina se transmite por la enseñanza. El comportamiento moral se transmite a través del ejemplo. La experiencia de la fe se transmite por la vía del testimonio. Por eso, “la sangre de los mártires (supremos testigos) es semilla de cristianos” (Tertuliano).

La fuerza especial del testimonio de nuestra fe no radica en el testigo, que es una criatura frágil y pecadora, sino en la fuerza de Dios. El valor del testimonio consiste en que el testigo compromete su persona misma y la ofrece como garantía de su fidelidad a Dios del que da testimonio.

El testigo individual tiene su dignidad y su función en la relación entre personas. Pero el sujeto propio del testimonio público es la comunidad. Cuando una comunidad reconoce a Jesucristo como su único Señor, ora con perseverancia, vive fraternalmente cuidando de manera especial a sus miembros débiles, practica el servicio y anuncia su fe sin complejos, planta en medio de la sociedad un reclamo interpelador. Se convierte en “comunidad de contraste” ( G. Lohfink)., que genera una sana extrañeza en los espíritus más sensibles. Se transforma en “comunidad alternativa” que muestra que es posible vivir de otra manera en la sociedad. Se hace comunidad profética en el doble sentido de la expresión: denuncia las inhumanidades del mundo y anuncia un mundo nuevo, diferente, mejor, más humano y más conforme al corazón de Dios. La comunidad se convierte en signo del Reino de Dios.

+ Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Osma-Soria
Fuente: Ecclesia Digital

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