Este es un espacio para alimentar y vitalizar la dimensión espiritual y humana de las personas comprometidas con la construcción de una sociedad más humana, justa y solidaria. Todos somos peregrinos. "sal de tu tierra, de tu casa y vete a la tierra que yo te mostraré; haré de tí una gran nación y te bendeciré." (Gén. 12, 1 ss)
Tuesday, January 02, 2007
La Sagrada Familia se abre al culto
Cuenta Itaso Alvarez en El Correo que aún tardará años en ser acabado. No tantos, «de quince a treinta» a lo sumo, cuando hace 125 el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, el monumento más visitado de España -por delante de La Alhambra de Granada y del Museo del Prado de Madrid- y el que más gusta a los barceloneses (el que menos es la Torre Agbar, de Jean Nouvel), no era más que una idea muy loca que se empeñó en impulsar un librero muy religioso y culto que presidía la sección barcelonesa de la Asociación Espiritual de Devotos de San José, Josep María Bocabella.
El templo serviría para «expiar los pecados del egoísmo burgués y del extremismo ateo». Había que colaborar en la difusión del catolicismo en una época en que la religiosidad tradicional chocaba con las nuevas ideas que los cambios sociales originados en la Revolución Industrial propugnaban.
La 'catedral de los pobres' se alimentaría de donativos y herencias, de caridad. Siglo y cuarto después, esta tradición continúa: con el sacrifico de la compra de la entrada, los turistas expían, borran sus pecados, y pagan la construcción de la catedral. Este año, la cantidad recolectada a través de donativos -una tercera parte- y de la venta de 'souvenirs' supera ampliamente la inversión prevista para las obras realizadas en 2006, que asciende a 16,62 millones.
Los terrenos que ocupa la obra más importante de Antoni Plàcid Gaudí i Cornet -que ni pudo iniciar, porque se la encargaron a otro, ni pudo acabar, por su repentina muerte, de la que se cumplen ahora ochenta años- se adquirieron en 1881 por 172.000 pesetas de la época. El dinero procedía de donativos y lo guardaba Bocabella en su tienda, bajo unas baldositas, por miedo a los ladrones. Los temores se adecúan a los tiempos que corren. Ser moderno a finales del XIX era poco menos que un insulto, por ejemplo. Hoy otros retos amenazan la construcción, piedra a piedra, de la obra cumbre del modernismo catalán.
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