Me declaro culpable de
no haber hecho,
con estas manos que me dieron,
una escoba.
¿Por qué no hice una escoba?
¿Por qué me dieron manos?
¿Para qué sirvieron
si sólo vi el rumor del cereal,
si sólo tuve oídos para el viento
y no recogí el hilo de la escoba,
verde aún en la tierra,
y no puse a secar los tallos tiernos
y no los pude unir en un haz áureo,
y no junté una caña de madera
a la falda amarilla hasta dar
una escoba a los caminos?
Así fue: no sé cómo,
se me pasó la vida sin aprender,
sin ver,
sin recoger y unir los elementos.
En esta hora no niego que tuve tiempo,
tiempo, pero no tuve manos
y así,
¿cómo podía aspirar con razón a la grandeza,
si nunca fui capaz de hacer una escoba,
una sola, una?
Sí, soy culpable
de lo que no dije,
de lo que no sembré, corté, medí,
de no haberme incitado a poblar tierras,
de haberme mantenido en los desiertos.
y de mi voz hablando con la arena.
Pablo Neruda
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