El Santuario de Pompeya irradia esperanza y amor en todo el mundo y el Rosario es un “arma” espiritual en la lucha contra el mal, la violencia, para la paz en los corazones, en las familias, en la sociedad y en el mundo.
Benedicto XVI lo ha dicho en su visita a la ciudad de Pompeya en la región italiana de la Campania, en un Eucaristía en la plaza Beato Bartolo Longo, que en el siglo XIX fue un animador incansable de las obras en el santuario.
Aquí en Pompeya -ha dicho el Papa- se entiende que el amor por Dios y el amor por el prójimo son inseparables. Aquí el genuino pueblo cristiano, la gente que afronta la vida con sacrificio, encuentra la fuerza para perseverar en el bien sin pactar con nada. Aquí, a los pies de María, las familias reencuentran o refuerzan la alegría del amor que las mantiene unidas.
En su saludo después del Ángelus, el Papa ha recordado la Jornada Misionera Mundial y la beatificación, en Francia, de los padre de santa Teresa del Niño Jesús. La familia, ha recordado, tiene un papel fundamental en la educación de los hijos.
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