Friday, October 17, 2008

La solidaridad no está en crisis

En tiempos de crisis, la solidaridad es más necesaria que nunca
Crisis, recesión, ralentización, estancamiento… Lo llamemos como lo llamemos, lo cierto es que corren tiempos de ajustarse el cinturón y es ahora cuando la solidaridad más básica, la que consiste en empatizar con la persona que tenemos al lado, debe hacer acto de presencia. Y así lo hace en lugares como Sant Celoni o Sevilla, donde vecinos, empresarios o compañeros de trabajo se afanan en ayudarse a combatir los estragos de una crisis que pone algo más que nuestro bolsillo a prueba.

Drifa El-boutaybi Hammou tiene 43 años. Es marroquí y llegó hace más de 20 años a Granada, al Zaidín, uno de los barrios más bonitos de la capital, pero también uno de los más complicados. La vida a los pies de la Alhambra no es fácil. Drifa llegó al Zaidín después de haber pasado por dos centros de mujeres maltratadas. Comenzó a trabajar limpiando casas, de camarera, de lo que fuera, para dar un futuro mejor a sus cuatro hijos. Y, pese a no tener casi para comer, también comenzó a alojar en su casa y a alimentar a todo aquel que llamaba pidiendo techo y comida. Ahora que la vida a los pies de la Alhambra es aún más difícil, Drifa no se amilana y continúa ayudando a compatriotas que llegan a España en busca de El Dorado y no lo encuentran, a obreros que se han quedado sin trabajo, a estudiantes que no saben cómo salir adelante… “La gente viene a mi domicilio, creo que la dirección se la dan unos a otros, y cuando llegan de Marruecos o de donde sea, sin nada que echarse a la boca, ¿cómo les cierro la puerta?”, se pregunta Drifa.
Javi es un ingeniero informático de 33 años. Vive en Sant Celoni (Barcelona) y se ha ofrecido a dar clases de informática y de inglés a diversos alumnos a cambio de algunas ayudas que, tal y como están los tiempos, no le vienen nada mal. Entre sus alumnos están Montserrat y Marga. Montserrat tiene 60 años y cada jueves le hace la cena. Comida caliente asegurada. Marga, de 64 años, le plancha la ropa una vez a la semana.
Economía del trueque, altruismo cotidiano, recogidas solidarias de material, vales de comida, colectas solidarias… Son los tiempos de crisis los que más a prueba ponen nuestra solidaridad, nuestros principios y toda esa suerte de “yo haría”, “yo colaboraría”, “yo compartiría”, que dejan de conjugarse en condicional para pasar a hacerlo en presente. Y son también los tiempos de crisis aquellos en los que las formas de ayudar van más allá de los sistemas convencionales para adentrarse en el terreno de los mecanismos más humanos e informales. Como es el sistema que han arbitrado Javi, Montserrat y Marga que han firmado su propio contrato de favores.
Ejemplos como éste comienzan a repetirse en toda España en un momento económicamente inquietante y, por ende, socialmente convulso. A gran escala, macroeconómicamente hablando, una avalancha de euríbor negativos, IPC elevados, inflaciones abultadas y PIB decrecientes nos quitan la respiración aun cuando no consigamos entender del todo qué son ni qué representan. Pero, a pequeña escala, mirado con la lupa de lo micro, son los gestos más cercanos, las iniciativas de solidaridad ciudadana, las que nos hacen esbozar una sonrisa y pensar que no todo está perdido.
Solidaridad ciudadana.
En Zamora, una asociación de vecinos, Los Bloques, ha abierto una cuenta en una entidad bancaria para recaudar fondos con los que aliviar la carga económica a la que se enfrenta una familia del vecindario a la que, para complicar su precaria situación, además de sufrir los estragos de la crisis, se le quemó la vivienda el pasado agosto. “Todo lo que les den es bueno porque se han quedado sin nada; necesitan de todo, hasta ropa”, explicaba Manuel Bailón, presidente del colectivo vecinal. Después de que numerosos vecinos se reunieran para ver cómo ayudarles, el número de cuenta se muestra en el tablón de anuncios de la asociación.
En el grupo de catequesis de adultos de las parroquias de las Santas Justa y Rufina de Sevilla se hace un anuncio: una familia se ha quedado en paro y su situación es más que precaria. Los fieles no necesitan tener más detalle. Cada uno colabora con lo que puede.
En la otra esquina de España, en Avilés, el párroco de la iglesia de San Pablo de La Luz, Bernardo Granda, colabora en la ayuda a personas inmigrantes, cuya situación cada vez es más complicada. “Atendemos diariamente, todas las tardes, a una veintena de niños inmigrantes a los que gratuitamente les apoyamos en sus tareas escolares. Mejoramos su nivel académico y sus padres saben que sus hijos están acompañados cuando trabajan”, explica Bernardo. O mientras buscan trabajo.
Otra banca es posible.
Recoger alimentos en buen estado que las grandes superficies y las industrias alimentarias no van a comercializar y hacerlos llegar a personas sin hogar o en situaciones precarias. Eso es lo que Marco Antonio Benavente, al jubilarse, comenzó haciendo con unos amigos. Una iniciativa que ha ido creciendo hasta convertirse en una ONG, Banco de Alimentos de Madrid que, gestionada por voluntarios como Marco Antonio, hombres y mujeres jubilados con mucho tiempo libre y más ganas de hacer, se baten a diario el cobre para conseguir la donación de alimentos para su distribución gratuita. El Banco de Alimentos de Madrid, con ayuda de sus mayores, llega actualmente a más de 27.000 personas, cifra que casi se ha quintuplicado desde que comenzó a funcionar.
Un toque de humor.
Y para demostrar que la solidaridad no está reñida, en absoluto, con el humor y la bonhomía, el ejemplo de Torremendo, una población alicantina de 1.442 habitantes. En esta localidad hay una numerosa colonia británica que hace gala de un sentido del humor muy, pero que muy solidario. Para ayudar al prójimo, los británicos organizan “fiestas de la cerveza” con las que recolectar dinero para lo que sea necesario. “Si alguien tiene un problema, organizamos una colecta; si hace falta algo para la comunidad, se hace una colecta. Es la forma británica de actuar”, dice Linda Littleword, la organizadora de la última fiesta. Lo dicho: siempre hay hueco para la solidaridad, sea de la forma que sea…•
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