Friday, January 09, 2009

¿Es efectiva la catequesis de adultos actual?


Vida Nueva) Desconocimiento de lo fundamental de la fe, vivir como no creyentes, hacer los gestos y los signos de la fe, pero sin adhesión a la persona de Jesucristo, sentimiento religioso vago y difuso… Éstas son algunas de las carencias que se detectan en los jóvenes y adultos de hoy y que ponen de manifiesto la necesidad de caminar hacia un nuevo modelo pastoral. El trabajo de Jesús Sastre García, Catequesis de adultos y parroquia, aborda este tema y lo publica la revista Vida Nueva en su número 2.643.

(Jesús Sastre) El título del documento -del que esta semana se publica la primera parte- no pretende unir sin más dos elementos importantes en sí mismos o por la relación que puedan tener entre ellos. Al referirnos a la catequesis de adultos, y con mayor razón si es un catecumenado, estamos hablando de algo inherente a la parroquia: la iniciación cristiana de adultos en el momento actual.

Las parroquias son comunidades iniciáticas, pues en ellas se nace, se vive y se transmite la fe. Lo que vamos a comentar en estas líneas también es extensible a muchas comunidades cristianas no parroquiales. “La catequesis de adultos, al ir dirigida a hombres capaces de una adhesión plenamente responsable, debe ser considerada como la forma principal de la catequesis, a la que todas las demás, siempre ciertamente necesarias, de alguna manera se ordenan” (DCG, 20, 1971; cf. CT, 43). “La catequesis facilita al adulto la posibilidad de vivir el proceso de convertirse en creyente maduro” (CdA, 87). Sabemos que el modelo de toda catequesis es el catecumenado bautismal; éste se constituye en inspirador y estructurador de todos los procesos de educación de la fe. El gran desafío para la pastoral de la Iglesia, según Juan Pablo II, “consiste frecuentemente no tanto en bautizar a los nuevos convertidos, sino en guiar a los bautizados a convertirse a Cristo y a su Evangelio: nuestras comunidades tendrán que preocuparse seriamente por llevar el Evangelio de la esperanza a los alejados de la fe o que se han apartado de la práctica cristiana” (EE, 47).

Cómo evangelizan las parroquias

Al responder a esta pregunta, tenemos que referirnos a aspectos generales, sabiendo que hay parroquias que responden adecuadamente a la misión evangelizadora. Con todo, podemos afirmar que los catecumenados, especialmente de jóvenes y adultos, tienen poca presencia y entidad en nuestras parroquias. Hablando de Europa, Juan Pablo II constata una serie de deficiencias que reclaman un nuevo anuncio misionero capaz de desencadenar procesos de maduración de fe. En concreto, cita las siguientes carencias: muchos europeos ignoran lo fundamental de la fe, bastantes bautizados viven como no creyentes, se hacen los gestos y los signos de la fe, pero no hay adhesión a la persona de Jesucristo, el sentimiento religioso es vago y difuso y ha reemplazado a las certezas de la fe, disociación entre fe y vida, interpretación secularista de la fe cristiana y ruptura entre fe y cultura (cf. EE, 47).

Todo ello lleva a plantear la cuestión de la conversión en doble sentido: en qué medida nuestras comunidades parroquiales se nutren de personas convertidas, y en qué medida las catequesis propician la experiencia de conversión. A la conversión personal se llega, normalmente, a través de procesos que constan de dos momentos significativos: la puesta en cuestión del modo de pensar y vivir y el descubrimiento (adhesión) a la persona de Jesucristo. El nuevo centro vital descubierto, Jesús de Nazaret, comporta una nueva forma de organizar la existencia, lo cual requiere tiempo, medios y ayuda personal y comunitaria. Lo que comenzó siendo interés por el Evangelio termina en entrega a Jesucristo expresada en la profesión de fe y en el camino del “hombre nuevo”. En conclusión, la conversión es el horizonte de la evangelización y la tarea nuclear de la catequesis de jóvenes y adultos.

La “nueva evangelización”, que tanto hemos repetido, ha calado poco en nuestras parroquias; predomina en muchas de ellas una cierta atonía pastoral en clave de mantenimiento, pero falta el hilo conductor de la pastoral, los procesos de iniciación cristiana. Recuperar la institución del catecumenado, que tantos frutos dio en los primeros siglos del cristianismo, sería el modo de alumbrar un nuevo modelo pastoral para nuestro tiempo. Nuevo, aunque antiguo, pues llevamos muchos siglos embarcados en otro modelo pastoral, propio de la Iglesia de cristiandad.

El Vaticano II nos proporcionó una nueva teología pastoral, pero la inercia de siglos ha pesado más que los esfuerzos de renovación en profundidad. Los procesos de iniciación o de maduración en la fe que llevamos son, en general, débiles, dispersos e inacabados; la consecuencia es fácil de adivinar: la adhesión a la persona de Jesucristo, el sentido eclesial de la fe y el compromiso con el Reino no llegan a darse o se abandonan pronto. En la práctica, nuestras parroquias siguen con el modelo de cristiandad, más o menos remozado por la eclesiología del Vaticano II y el talante pastoral. Asumir un nuevo modelo implica poner en juego elementos nuevos, desprendernos de otros que hoy son ineficaces y recomponer el conjunto; el resultado final sería un “nuevo paradigma” para la iniciación cristiana.

Además de este análisis de la pastoral que se hace hoy en las parroquias, Jesús Sastre aborda en esta primera parte de su escrito los distintos retos de la transmisión de la fe. Asimismo, enumera algunas claves para la renovación de la catequesis a partir del catecumenado y ofrece algunas orientaciones pastorales para la catequesis de adultos, así como algunos consejos para “conectar” mejor con los destinatarios de este tipo de catequesis. Por último, expone y explica cuáles son los rasgos fundamentales de la pedagogía catequética con adultos, que se resumen en tres: la pedagogía del “don”, la pedagogía de “encarnación” y la pedagogía de los “signos”.

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