Sunday, January 18, 2009

Un doctor congoleño en lucha contra las consecuencias de la violación, Africano del año


A unos ocho kilómetros al sur de la ciudad de Bukavu (República Democrática del Congo), junto a las orillas del río Ruzizi, está situado el Hospital General de Panzi. Aparte de ser un hospital dedicado a los casos normales de medicina general, tiene un departamento especializado para el tratamiento de las mujeres sobrevivientes de la violencia sexual, una verdadera plaga que afecta cada año a miles de mujeres en una zona asolada por diferentes grupos armados que utilizan la violación y otras prácticas violentas como medio de hacer valer su poder.

Ante una situación tan grave y preocupante, que ha tenido lugar ininterrumpidamente durante las últimas décadas, el hospital decidió denunciar oficialmente casos de violencia sexual. Organizaciones internacionales como Médicos Sin Fronteras, Amnistía Internacional y Human Rights Watch han enviado a la zona observadores para poder hacer un informe que avale las acusaciones y muestre la crudeza del día a día de cientos de mujeres y sus familias, afectadas por heridas físicas y psíquicas, aparte de llevar para siempre la marca del trauma. Incluso expertos en guerra psicológica han intentado poner fin a la práctica del abuso de mujeres como arma de guerra. Desde el año 2002, se han intensificado los esfuerzos para concienciar a la comunidad internacional sobre este asunto.

Este año, la lucha por el reconocimiento de las personas que han sufrido la violencia sexual está coronada por el nombramiento del doctor Denis Mukwege como "Africano del año 2008". Este galardón está otorgado por el rotativo nigeriano Daily Trust y cuenta con una dotación de 20.000 dólares que se van a utilizar en la fundación de un nuevo centro de atención a personas violadas.

El doctor Mukwege se ha especializado en el cuidado de los casos de estas personas en necesidad de ayuda física y psicológica después de haber sufrido vejaciones y mal trato por parte de milicianos que toman parte en un conflicto que lleva durando ya 10 años en la región. En su clínica ingresan una media de 10 personas por día, lo cual nos da ya una idea del gran alcance de estas situaciones. En muchos casos, las mujeres se ven contagiadas del virus del sida, especialmente como consecuencia de violaciones múltiples, lo cual añade aún más dramatismo y dolor a una situación ya de por sí seria e inquietante. La clínica cuenta incluso con una guardería para cuidar a los niños concebidos en estas situaciones de violencia.

Hace pocas semanas, el mismo doctor recibió el premio Olof Palme por su contribución a la salud de tantas personas en conflictos olvidados como el del Congo. Mukwege es hijo de un pastor protestante y, después de acompañar a su padre multitud de veces en sus visitas pastorales a los enfermos, tomó la decisión de ser médico. Estudió ginecología en Francia y, a diferencia de muchos otros, volvió a su país a ejercer su profesión en condiciones de trabajo inciertas e incluso altamente peligrosas. Su última clínica fue destruida en 1996.

Hoy, gracias a este galardón, el doctor Mukwege y la callada labor que realiza serán mucho más conocidas, especialmente en un continente que siempre necesita iconos de esperanza, de desinterés y de entrega total como es el de este héroe de nuestros días.
Alberto EismanJaén,
1966. Licenciado en Teología y máster en Políticas de Desarrollo. Ha sido director de país de Intermón Oxfam para Sudán donde se ha encargado de la coordinación de proyectos en Nairobi y Wau.
Muzungu

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