Sunday, April 15, 2012

Homilía de José Martín OSA: EL REGALO QUE NOS HACE JESÚS: LA PAZ Y EL PERDÓN



EL REGALO QUE NOS HACE JESÚS: LA PAZ Y EL PERDÓN

Por José María Martín OSA

1.- La vida en comunidad. En el relato que describe la vida de la primera comunidad cristiana se cumple lo que afirma el salmo 132: "¡Ved qué bueno y deleitoso es convivir los hermanos unidos!". La bondad y la delicia de la vida en común despertaron el deseo de muchas personas, que dejándolo todo, decidieron buscar juntos a Dios. Ahí está el origen del monacato y de la vida religiosa. Pero el texto de los Hechos no hay que verlo desde la óptica meramente histórica, pues no cabe duda de que nos muestra una comunidad "idealizada". Lo que expresa es aquello a lo que aspiraban, no sin dificultades, como podemos observar por ciertos conflictos que surgieron desde los primeros tiempos. Las claves de la vida comunitaria cristina son: la enseñanza --catequesis-- de los apóstoles, la vida en común, la comunión de bienes, la fracción del pan -eucaristía- y la oración. Todos necesitamos estos puntos de apoyo, sin los cuales nuestro seguimiento de Jesús se debilita. Contrasta esta situación con la realidad actual que vivimos los cristianos del siglo XXI en ciertos países de la vieja Europa: descristianización, religión a la carta, indiferencia religiosa, ateísmo... Muchos abandonan la nave de la Iglesia porque para ellos es un contrasigno de lo que Jesús predicó. ¿Qué hacer? Del texto se deducen estas actitudes básicas: vive tu fe, sé testigo de la resurrección de Cristo, manifiesta la alegría de sentirte habitado y transformado por Él y entonces serás signo y luz en medio de las tinieblas. No nos admirarán por nuestros cumplimientos ni por nuestros ritos, sino por lo que nos queremos.

2. – Domingo de la “Divina misericordia”: el regalo de la paz y el perdón. También hoy día podemos contemplar raudales de generosidad, de entrega y amor en muchos cristianos que han vivido la experiencia pascual y han dejado que el Espíritu transforme sus vidas. La clave es pasar por la experiencia del resucitado. Las dos apariciones que narra el evangelio de hoy ocurren el primer día de la semana. Para Juan es muy importante el día y la hora en que ocurren los hechos que narra. Por algo las comunidades cristiana se reúnen el domingo. Este día es el “día del Señor”, en el cual se produce una nueva. Si en la primera creación Dios da forma al hombre, es ésta segunda Jesucristo, al exhalar su aliento sobre los discípulos, da origen a la comunidad. Es en ella donde podemos encontrar a Jesús resucitado. Su regalo es el perdón y la paz. Por eso hoy celebramos el “domingo de la Divina Misericordia”. Emociona ver la forma en que los demás apóstoles acogen a Tomás: con dulzura, cariño y paciencia….No sé si hoy día sabemos tener la misma paciencia con los no creyentes o los agnósticos. Cada uno tiene su tiempo y su momento….Nunca debemos practicar el rechazo o la condena, siempre la acogida y el perdón. Tomás es una figura simpática y actual. Como él, muchos dudan, también los santos han dudado, buscan y no encuentran.... La Iglesia debe acoger a todos, sobre todo a tantos "tomases" que sinceramente buscan la verdad. Caminando con ellos nosotros podemos ayudarles a descubrir que el sentido de la vida está en lo profundo y en lo oculto, en las llagas de las manos y el costado. Jesús asumió el sufrimiento del hombre para levantarle del abismo. Nos regala la paz interior, el mayor de los dones que el hombre puede tener.

3.- “Dichosos los que crean sin haber visto”. Jesús proclama la bienaventuranza del resucitado: La fe es un don que nace de la confianza en “Alguien” que no puede fallarnos. No hace falta verle físicamente para creer en El. La misión que Jesús nos encomienda es ser “apóstoles”, es decir sentirnos “enviados” a proclamar que “hemos visto al Señor”. Si es verdad que lo hemos visto con los ojos de la fe, si nos hemos encontrado con El, entonces se notará en nuestra vida y seremos testigos de Jesús vivo y resucitado. Que en este tiempo pascual nos dirijamos a Jesucristo glorificado y le pidamos que aumente nuestra fe, que intentemos ilustrar y formar nuestra fe para responder a los interrogantes de nuestro tiempo. Que seamos capaces de decir con Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!".

Betania

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