Friday, April 20, 2012

Jesuitas: La Universidad Nacional de Córdoba y libro "La expulsión"


El trabajo del obispo Fernando de Trejo y Sanabria


La Universidad Nacional de Córdoba fue fundada por los sacerdotes de la Compañía de Jesús en junio de 1613.


La Universidad Nacional de Córdoba fue fundada por los sacerdotes de la Compañía de Jesús en junio de 1613.
Los jesuitas abrieron el Co­legio Máximo, donde sus alumnos –en particular, los religiosos de esa orden– recibían clases de filosofía y teología. Este establecimiento de elevada categoría intelectual fue la base de la futura Universidad.
Bajo la tutela de los jesuitas y el impulso del Obispo Juan Fernando de Trejo y Sanabria, en 1613, aunque no estaba autorizado para otorgar grados, se iniciaron los Estudios Superiores en el Colegio Máximo de Córdoba.
El Breve Apostólico del Papa Gregorio XV, fechado el 8 de agosto de 1621, otorgó al Colegio Máximo la facultad de conferir grados, lo que fue ratificado por el monarca Felipe IV, a través de la Real Cédula del 2 de febrero de 1622.
Hasta 1767 estuvo bajo órbita jesuita. Luego, hasta 1808, fue gestionada por la Orden Franciscana.
En 1820 pasó a la órbita provincial, y en 1856 se nacionalizó.
En 1918 se produjo la Reforma Universitaria, por la que se logró el cogobierno ejercido por docentes, estudiantes y egresados, mejorar la selección de los profesores y mayor compromiso social.

La Voz

La expulsión


José Ramón Enríquez
Ediciones El Milagro
México, 2011
pp. 115

El autor -que fue jesuita- narra en una síntesis coherente el problema institucional y el drama personal de quienes fueron obligados a salir de la Nueva España y vivir en los estados pontificios cuando la expulsión de los jesuitas de los territorios de la corona española en 1767 y la posterior supresión de la Compañía de Jesús en 1773.
Enríquez desarrolla como tesis central que los jesuitas expulsados, desde el destierro, alimentan la idea de una identidad nacional; la de ser mexicano, un país que todavía no existe. Los mejores pensadores novohispanos del XVIII son buena parte de esos jesuitas desterrados: Clavijero, Maneiro, Alegre, Landivar. En el texto todos están presentes.
La construcción del libreto era difícil y Enríquez resuelve bien la secuencia y unidad a partir de la vida del padre José Ignacio Amaya, jesuita zacatecano, que vive la expulsión, estudia teología y se ordena en Roma. Se le destina a Rusia, donde Catalina II, La Grande, se ha negado a suprimir a los jesuitas. Ahí permanece hasta que con la restauración regresa a México en 1816.
La figura del padre Amaya ofrece a Enríquez la posibilidad de articular la expulsión (1767), la supresión (1773) y la restauración (1814) de la Compañía y en particular de la Provincia Mexicana. Le permite también que aparezcan Clavijero, Alegre y  Maneiro, que hablan con Amaya, el joven jesuita, sobre la patria y el futuro de ella, de la Compañía y la Provincia Mexicana.
El ritmo del texto, a partir de un lenguaje directo y claro, avanza vertiginosamente, con la fuerza de una cascada. La obra va de menos a más, siempre in crecendo, y nunca decae. Enríquez imprime una fuerza dramática creíble que se sostiene sin melodrama. La nostalgia de la tierra que nunca más se volverá a ver corre por todos los personajes. Es un dolor verdadero. La escena de Clavijero platicando con José Ignacio es síntesis de sentimientos, dolores y esperanzas.
El prólogo es Enrique González Torres, S.J. y la introducción de Alberto Ruy-Sánchez.
Animal político


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