Monday, September 03, 2018

Ser padres de nativos digitales por Jorge Luis Rodríguez Oropeza



Después del bilingüismo, tal vez, la mayor preocupación que acusamos los padres en la actualidad sea la de la relación de nuestros pequeños con las nuevas tecnologías.
Nadie, en su sano juicio, se atrevería a permitir que un niño conduzca un vehículo, incluso sería de temerarios entregárselo a un adolescente. Parece que, por consenso comprendemos cuál es la edad para conducir vehículos pero no lo es tal, es la ley quien nos lo impone.  Siempre, la ley nos deja más claro en qué consiste el ejercicio de nuestras responsabilidades.
Pero, lo que nos concierne no es un tema de ley. ¿A qué edad podemos comprarle su primer móvil?, ¿con cuántos años podemos desactivar el control parental?, ¿cuántas horas de conexión al día son razonables y cuándo comienza a ser insano?
Nos ha tocado ser padres de unos pequeñajos digitales y tenemos demasiadas respuestas ajenas para estas preguntas que nos surgen de cara a su relación con la tecnología. Cada teórico nos indica cómo hacerlo, unos se centran en la importancia de la tecnología para desarrollar capacidades, otros ponen su foco en los peligros, mientras que otros son partidarios del equilibro. No es un problema de falta de respuestas sino de demasiadas respuestas.

¿Existen los nativos digitales?

En 2001,  Marc Prensky acuñó el término nativo digital, queriendo identificar con ello a aquellas personas que habiendo nacido a finales de siglo XX se convertían en los primeros estudiantes universitarios del nuevo milenio, apreciándose en éstos una relación con la tecnología mucho más próxima, de igual manera que es más próxima la lengua materna.
Según este profesor, los nativos digitales dedican apenas 1 de cada 7 horas a la lectura, destinando el resto a videojuegos, conexión a internet, correo electrónico y televisión.
Prensky observó en los nativos digitales tres características fundamentales: se distinguen de tal manera  de los profesores (inmigrantes digitales) que el proceso de aprendizaje se ve afectado,  deja entrever la probabilidad de que el cerebro de los nativos digitales sea fisiológicamente distinto –como consecuencia de los estímulos digitales que ha recibido- y por último, da cancha al aspecto lúdico digital como poderosa herramienta para facilitar el proceso de aprendizaje.
Lo que el autor no deja claro u otros tantos han malinterpretado es que ser nativo digital no significa que se sea competente en lo digital. Ser nativo digital no supone que se tiene la pericia necesaria para hacer un uso inteligente de la tecnología.
Esto ha motivado a que más de una docena de autores, coordinados por Susana Lluna y Javier Pedreira «Wicho», se hayan juntado para publicar un libro titulado «Los nativos digitales no existen».
Entre otras cosas, el libro nos sirve para desmontar una serie de mitos, tales como que el aprendizaje digital es innato, no se viene al mundo preprogramado para lo digital. El haber nacido en esta época no supone un dominio de las habilidades técnicas sino que por el contrario puede facilitar la confrontación de dificultades adicionales. La confianza que nuestros nativos tienen en la tecnología les puede ocasionar mayor dificultad para adoptar un correcto proceder en temas de seguridad.
En resumen, el libro nos viene a recordar que tanto para padres como para educadores la responsabilidad sobre el uso de la tecnología por parte de nuestros menores sigue siendo nuestra.  No vale el «piloto automático» ni el «yo padre, de tecnología lo justo» y dejar que nuestros pequeños  salgan airosos como puedan.

Los riesgos

Existan o no, los nativos digitales, lo cierto es que el término ya está en boca de todos, y algo nos hace pensar que la etiqueta no es lo más importante.
El refuerzo. Reforzar constantemente la existencia de la diferencia puede potenciar la brecha generacional. Diferencias entre generaciones siempre han existido, solo estamos ante una de ellas.
Falta de profundidad. La realidad del planeta es mucho más compleja que el ambiente universitario del primer mundo. Por un lado, la teoría no tiene en cuenta que hay países lo suficientemente pobres como para que no existan nativos digitales y por otro, es ingenuo pensar que pueda haber uniformidad en una generación cuyos miembros viven en contextos con realidades sociales, económicas y políticas muy diferentes. Podemos encontrar más parecidos entre un inmigrante digital y un nativo digital de un país rico, que entre dos nativos de países económicamente diferentes.
Del concepto a la etiqueta. Estudios que se desarrollan con genuina pretensión de aportar conocimiento acaban convirtiéndose en simples generadores de etiquetas o herramientas para hacer segmentaciones de mercado. Esto ha ocurrido con las nociones de millenials, generación X, Y, y Z. De lo que pretendió ser un concepto solo queda la caricatura.

Enfoque

Entonces, ¿cómo enfocar nuestra relación de padres con estos pequeños que tienen una estrecha e ineludible relación con la virtualidad?, ¿cómo ejercer nuestra tutela sin caer en los extremos de la tecnofilia y la tecnofobia?,¿cómo acompañarlos en el inicio del ejercicio de su ciudadanía digital?
Según nuestro parecer, es más cuestión de enfoque que de método. Tiene que ver más con centrarnos en el horizonte que en una lista de consejos. Esta es la vía que pretendemos explorar en nuestra próxima entrega.
entreParéntesis

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