Hoy, 17 de abril, la Iglesia conmemora el nacimiento para el cielo de la BEATA CATALINA TEKAKWITHA, en el aniversario de su santa muerte ocurrida en un día como hoy de 1680, en Saint Louis, Canadá, a la edad de 24 años. Oriunda de la ciudad de Ossernemon, en los Estados Unidos, en 1656, fue laica aborigen y virgen. En 1980 el Papa Juan Pablo II la proclamó BEATA. Sus reliquias se veneran en la Iglesia de la reserva de Mohawk de Caughnawaga en Canadá.
Hoy también la Iglesia recuerda a la BEATA MARIANA DE JESS NAVARRO, quien muriera santamente en un día como hoy del año 1624, en Madrid, España. Nacida en esta misma ciudad en el año 1565, fue religiosa terciaria mercedaria. En el año 1783 el Papa Pío VI la declaró Beata.
Unidos pues, a las comunidades indígenas del mundo y a la iglesia de España, brindemos nuestro sincero aplauso a las Beatas Catalina Tekakwitha y María de Jesús Navarro.
Meditación
BEATA CATALINA TEKAKWITHA, tu vida es un hermoso ejemplo que la santidad puede florecer en los lugares menos esperados. Naces en Canadá, en una comunidad aborigen. Tu padre, de la tribu Iroquesa, pagano. Tu madre, cristiana. Quedas huérfana y sobrevives a una epidemia de viruela, con un grave defecto a la vista y el rostro desfigurado. Un tío te recoge en su casa. Creces en la inocencia y conoces a los misioneros católicos del Canadá. Recibes el bautismo el día de Pascua con el nombre de Catalina. Tu tío pagano se molesta y te amenaza. Buscas refugio en la misión de San Francisco Javier de los Padres Jesuitas, junto a Montreal, donde recibes la Eucaristía y das extraordinarias muestras de piedad. En un lugarcito apartado del bosque haces una cruz donde te retiras en largas horas de oración, sin descuidar tus obligaciones. Pasas terribles pruebas y voluntariamente te sometes a duras penitencias corporales. Tu vida de entrega es coronada con una enfermedad que te llevó a la vida eterna.
Querida Catalina: celebrar tu fiesta es celebrar la universalidad de la santidad, que no se limita a grupos sociales, económicos ni culturales. Danos la gracia de saber florecer allí donde el Señor nos ha plantado.
Radio Vaticano
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