El título de esta columna es una frase que encontré al leer en un diario una entrevista a la ministra de Deportes, Pauline Kantor, quién junto con decir que no necesita la religión para vivir con valores, añadía que “el respeto, la tolerancia y la honestidad son valores muy importantes para mi vida y no los aprendí porque un cura lo repetía en misa”.
Lo primero que hay que decir, es que quien piensa de esta manera -a pesar de lo que a algunos pudiera parecer-, ¡tiene razón!, y es una frase que suscribo gustosamente. Lo segundo a considerar es que cuando esa afirmación resulta chocante a alguien, se debe a la lamentable confusión que tienen muchas personas sobre la ética y la religión; confusión que nace de identificarlas (los que piensan que sin religión no hay valores morales) y de no comprender lo propio de las dimensiones religiosa y ética del ser humano. Se trata, pues, de la diferencia y relación entre religión y ética, sobre lo cual se han vertido ríos de tinta.
Me parece importante invitar a reflexionar al respecto, pues en medio de la crisis que vive la Iglesia en nuestro país, muchas personas experimentan una incómoda sensación ante la religión, otros confirman sus motivos para el rechazo de la religión, otros abandonan toda práctica religiosa y prescinden de cualquier referencia religiosa en sus vidas, porque “no necesito la religión para vivir con valores”, y también están quienes piensan que sin religión se pierden los valores humanos.
Entonces, en el limitado espacio de esta columna, vamos por partes. En primer lugar, hay que tener en cuenta que la aspiración al bien y los valores éticos no son patrimonio de ninguna religión, sino que están inscritos en la conciencia humana; es decir, el Creador ha dotado al ser humano de ese anhelo de bien y de los valores que lo expresan. Por eso, en todos los tiempos, culturas, religiones e ideologías hay personas buenas y nobles, con alto sentido ético; aun cuando los valores puedan tener acentos distintos en las diversas épocas o culturas.
En segundo lugar, en el caso específico de la fe cristiana, ésta no es el anuncio de un conjunto de valores, sino una propuesta para el encuentro con Dios en la persona de Jesús. Es decir, ¡no existen los “valores cristianos”! Si tratamos de hacer un elenco de los que algunos llaman “valores cristianos”, nos encontramos con valores propios de ser humano: el respeto a la dignidad de cada persona, la solidaridad, la libertad, la fraternidad, el perdón, la honestidad, la generosidad, etc… Si pensamos en la fe, la esperanza y el amor, esos son dones de Dios (“virtudes teologales”, se llaman), pero en cuanto valores, son patrimonio de la ser humano en cuanto tal.
Por eso, en tercer lugar, puesto que la fe cristiana no anuncia unos valores, sino la experiencia de encuentro con Dios en la persona de Jesús, este anuncio tiene como consecuencia la propuesta de un modo de vivir los valores que Dios ha puesto en el ser humano. Es la propuesta de vivir esos valores al modo del Señor Jesús. Es la propuesta de vivir -por ejemplo- el valor del perdón perdonando siempre (“setenta veces siete”); vivir el valor de la solidaridad hasta dar la vida por los demás; vivir el valor de la generosidad dando no lo que sobra, sino lo que es necesario para vivir (como “la viuda pobre” el Evangelio); vivir el valor de la compasión con todos (como en la parábola del “buen samaritano”); vivir el valor de la paz y el rechazo de cualquier violencia, aun poniendo la otra mejilla; vivir el amor fraterno con todos, aun amando a los enemigos, etc… Dicho de otra manera, la moral cristiana es la propuesta de vivir los valores que son propios del ser humano a la manera del Señor Jesús, siguiéndolo a Él en su modo de vivir los valores humanos.
Así, en cuarto lugar, tiene toda la razón quien piensa que no necesita la religión para vivir los valores humanos de acuerdo a un modelo ético según su ambiente cultural. Pero, el cristiano aspira a vivir esos valores humanos según el modelo del Señor Jesús, que nos interpela en todos los tiempos y culturas.
Por último, si bien no necesito la religión para vivir con valores, sí la necesito para encontrarme con Dios, para acogerlo a Él -que es la fuente de todos los valores- en mi vida, para seguir al Señor Jesús y su buena noticia del amor de Dios. Necesito la religión para entrar en una relación personal con Dios, y vivir en esa relación de amor como hijo ante el Padre, como hermano del Señor Jesús y de los demás, y vivir animado por su Espíritu. Necesito la religión para seguir -junto a otras personas, en el pueblo de Dios- al Señor Jesús y ser testigo de su modo de vivir esos valores que Dios ha puesto en todos los seres humanos.
Pbro. Marcos Buvinic
Párroco Nuestra Señora de Fátima
Columna que escribe en el diario La Prensa Austral
Párroco Nuestra Señora de Fátima
Columna que escribe en el diario La Prensa Austral
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