“Me levantaré, iré a mi Padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti”.
(Lc 15)
Decimos que pecamos “de pensamiento, palabra, obra…” Y es verdad, algunas veces lo que pensamos, decimos o hacemos está mal.
Hacemos daño a otros. (O se lo haríamos si supiesen…)
Generamos dinámicas hirientes, con juicios a veces acerados e injustos (de pensamiento), con críticas mordaces (de palabra), negándonos a darles una oportunidad (de obra).
Pecamos al convertirnos en el centro de nuestra vida, como que todo girase en torno a cada uno de nosotros (¿No hay alguna vez que mis sentimientos se vuelven el único grito que oigo, mis deseos la única motivación y mis necesidades el único horizonte?)
Pecamos cuando actuamos sin tener en cuenta la dignidad básica de los otros, sin darles una oportunidad, a veces machacándolos (novios, novias, amigos, familia, otros un poco más lejanos…)
¿Qué supone para ti pensar en el pecado?
¿Te sirve sólo para lamerte las heridas, o te abre a Dios?
Fuente: Jesuitas de la Provincia de Castilla
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