Sunday, January 27, 2008

Congregación General 35: En la prensa

Cambia el nombre, sigue la obra

Jesuitas de Gijón aplauden el nombramiento de Adolfo Nicolás como superior de la Compañía y destacan su formación intercultural

Las dos comunidades de jesuitas que existen en Gijón, la de la Inmaculada y la de El Natahoyo, han recibido con ilusión el nombramiento de Adolfo Nicolás, en la imagen a la izquierda, como nuevo superior de la Compañía de Jesús. Los miembros de ambas comunidades, pertenecientes a la provincia jesuítica de Castilla y con varias obras cada una, creen que el cambio en la cúspide de la orden imprime continuismo y no implicará grandes cambios en su tarea diaria al frente de sus centros educativos y parroquias.

Eloy MÉNDEZ

Su nombre no sonaba en las quinielas mediáticas y sus 71 años convertían en improbable su nombramiento. Pero Adolfo Nicolás (Palencia, 29-4-1936) es desde el pasado día 18 de enero el prepósito general de la Compañía de Jesús, tras la celebración en Roma de la XXXV Congregación general para elegir al sucesor de San Ignacio de Loyola.

Al nuevo papa negro le precede fama de aperturista dentro de la Iglesia, y ya se especula con posibles choques entre la Compañía y el Vaticano. De momento, los jesuitas esperan comprobar qué dirección marcan sus primeros pasos como superior. Unos pasos que serán medidos al milímetro por las dos comunidades que la Compañía tiene en Gijón. En la Inmaculada y El Natahoyo siguen con interés las noticias que llegan desde Roma y aprueban un nombramiento que ha vuelto a poner de relieve el decisivo peso que la orden tiene dentro y fuera de la Iglesia católica.

A Adolfo Nicolás, su trabajo en el Lejano Oriente, donde ha pasado los últimos 43 años de su vida y donde ha cursado estudios de Teología en diversas universidades japonesas, le valió para ganarse el favor de los congregados, que vieron en su condición de occidental y en su conocimiento de la realidad de la Compañía en Asia un buen motivo para que el español tomara el testigo de Peter-Hans Kolvenbach, su antecesor, que dimitió a principios de enero con el consentimiento de Benedicto XVI.

«Su formación europea, mezclada con su conocimiento de la cultura oriental, le han dado prestigio en la Compañía», reconoce Jesús Díaz Baizán, superior de la comunidad de la Inmaculada. Adolfo Nicolás es un hombre a caballo entre dos culturas. Él mismo aseguró, días después de su nombramiento, que su larga estancia lejos de Europa le había «hecho sentir la religión de una forma diferente».

Muchos han querido ver en declaraciones como ésta cierta crítica a la jerarquía eclesiástica vaticana. «Es un simplismo absoluto reducirlo todo a esos términos, son esquemas creados desde fuera; todo el mundo sabe que en la Iglesia conviven perfectamente distintas sensibilidades». Así zanja la polémica Ramón Colunga, jesuita gijonés y director de obra en el Colegio Santiago Apóstol de Vigo, tras haberlo sido durante años en la Inmaculada.

Pero lo cierto es que las relaciones entre los dirigentes de la Iglesia y los de la orden jesuita se han cocido a lo largo de los siglos con diferentes temperaturas. Nacida como baluarte defensivo del Papa en la Europa de la Contrarreforma, la Compañía de Jesús ha evolucionado de forma heterogénea, y actualmente se ha granjeado cierta fama de progresista.

Una etiqueta que rechazan dentro de la propia orden, donde se mantiene el discurso de que, en la Iglesia romana, todos reman en una misma dirección. «Esas películas de que si más de una forma o de otra son un poco artificiales», asegura Colunga.

«La Compañía es disciplinada y sabe lo que tiene que hacer», asegura José María Arranz, párroco de San Esteban del Mar. Aunque añade que «no hay grupo humano en el que no haya tensiones, pero las heridas se curan».

En lo que también coinciden los jesuitas gijoneses es en el desconocimiento acerca de la figura del que, a partir de ahora, será su superior. Ninguno lo conoce en persona, y pocos saben algo más sobre él que los datos publicados estos días por la prensa nacional e internacional.

«Su nombramiento fue toda una sorpresa», afirma Constantino Viñuela, director de obra del Hogar de San José. «Dicen de él que es un hombre independiente», añade. Algo más aporta Díaz Baizán. «Es un hombre entre dos culturas, interesante por el tema de la interculturalidad, tan presente en nuestro tiempo, tiene experiencia de gobierno en Asia, capacidad de diálogo y un gran prestigio intelectual», subraya. Características todas ellas que le han situado al frente de una orden que se extiende por cinco continentes. Por eso, su condición de español no parece que sea valorada especialmente por los jesuitas gijoneses. «Los españoles tendremos con él una relación fluida, pero no mayor; tendrá que fijarse en zonas de la Compañía que conoce menos, como África o América», sostiene Díaz Baizán.

«Los jesuitas tenemos asumido nuestro carácter internacional, por eso da igual que sea español, polaco o indio», bromea Ramón Colunga.

«Es un hombre acostumbrado a y que sabe predicar en lugares con categorías morales distintas a las de Occidente, y eso es muy importante», afirma José Antonio Quintana, párroco de la Inmaculada.

A lo que añade que su figura demuestra la línea continuista que durante los últimos años ha mantenido la orden. En este sentido, el nombramiento de Adolfo Nicolás se ha interpretado desde diferentes sectores de la Iglesia como un espaldarazo al trabajo realizado por sus dos inmediatos antecesores: el holandés Peter-Hans Kolvenbach y el también español Pedro Arrupe. «Al final quien esté en lo más alto no es tan relevante; la Compañía funciona y tiene una dirección clara», asegura Díaz Baizán.

Por eso, por ese funcionamiento casi matemático, inalterable a lo largo del tiempo, los jesuitas viven los cambios en la cúspide de la Compañía con tremenda normalidad. Conscientes de alguna forma de que cambian las personas, pero la esencia continúa. «Es un hombre muy en la línea de lo que somos los jesuitas, es decir, continuar con los preceptos de San Ignacio de Loyola, que luego cada uno podrá vivir y sentir a su manera, pero que son iguales para todos», resume José Antonio Quintana.

La Nueva España Guijón

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