Sunday, January 13, 2008

Congregación general 35 en la Prensa: Disenso y quinielas

Los jesuitas iniciaron esta semana su Congregación General con una homilía del esloveno cardenal Franc Rodé en la que el purpurado combinó caricias -pocas- y pescozones -más-. Caricia mayor: «La Compañía se ha colocado siempre en la encrucijada entre la Iglesia y la sociedad, entre fe y cultura, entre religión y secularismo. No abandonéis este reto».

Y algunos cachetes:

- «La Iglesia espera de vosotros una luz para restaurar el «sensus Ecclesiae».

- «Sin la fe en la Iglesia, no puede existir el amor por la Iglesia».

- «Con tristeza e inquietud veo también un creciente alejamiento de la Jerarquía».

- «La diversidad doctrinal desorienta a los fieles y conduce hacia un relativismo sin horizonte. La verdad es una».

- «Los exegetas y los estudiosos de la Teología están comprometidos en colaborar para investigar y proponer las Letras divinas».

- «Aquellos que deben vigilar sobre la doctrina de vuestras revistas, de las publicaciones, lo hagan a la luz y según las "reglas para sentir cum Ecclesia", con amor y respeto».

He aquí una síntesis perfecta de las grietas que el Vaticano percibe en el edificio católico. ¿Tienen fe los jesuitas en la Iglesia? Alguno contestaría: «Hombre, un poquito más en Dios y en Jesucristo». Sorna jesuítica. Pero ahí está Rodé, señalando los elementos clave: editoriales, revistas, exegetas y teólogos, es decir, esas avanzadillas del disenso eclesial. San Ignacio dejó escrito en alguna parte aquello del «idem sapiamus, idem dicamus omnes»: «sepamos lo mismo y digamos lo mismo», que hoy día sería el lema fundamental y perfecto de todo gabinete de comunicación en instituciones y empresas.

Sin embargo, lo que Rodé se huele es que los jesuitas están verdaderamente unidos en la inspección de las grietas del catolicismo. ¿Las han causado los S. J.? Sería injusto echarle todas la culpas a la Compañía. Ahí está esa crisis de autoridad que recorre todas las esferas sociales; y ese disenso, no abierto, sino silencioso, de innumerables creyentes; y esas lagunas en el liderazgo humano y espiritual de tantos obispos. Ya lo dice el asturiano Camino, que acaba de entrar en capilla y Ejercicios Espirituales, antes de su ordenación episcopal: el problema de la Iglesia no es Zapatero, ni los laicistas, ni los masones... -que, eso sí, algo incordian-, sino la secularización interna al catolicismo; un serio problema más llorado -véase Rodé- que afrontado con ganas y realismo. Hablemos ahora de quinielas sobre el nuevo general que elegirán en breve los jesuitas. Desde que la Agencia Católica de Noticias -la estadounidense CNA- puso a rodar algunos nombres hace ya un año, no han hecho más que repetirse: Imoda, Morales, Raper, Royón.

¿Va a ser el general un conocido, o un desconocido?

Arrupe era el jesuita más conocido de su tiempo, pero no su sucesor, Kolvenbach. Cuando eligieron a éste, en 1983, uno de los jesuitas congregados le dijo al jefe de prensa de la Compañía de Jesús:

-Oye, suena mucho un tal Kolvenbach. ¿Tienes algo de él?

-¿De quién?

-Pues vete preparando un dossier.

Al día siguiente, eligieron al holandés-libanés Kolvenbach.

En este momento, el jesuita más conocido es Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede. Tiene, además, la plena confianza de Benedicto XVI y de la Secretaría de Estado, pero ha recorrido poco mundo. No es un jesuita transfronterizo.

Fuente: la Nueva España

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