Friday, January 11, 2008

Un momento para la oración

Lucas 5, 12-16
Estando Jesús en uno de esos pueblos, se presentó un hombre cubierto de lepra. Apenas vio a Jesús, se postró con la cara en tierra y le suplicó: "Señor, si tú quieres, puedes limpiarme". Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda limpio". Y al instante le desapareció la lepra. Jesús le dio aviso que no lo dijera a nadie. "Vete, le dijo, preséntate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como ordenó Moisés, pues tienes que hacerles tu declaración". La fama de Jesús crecía más y más, a tal punto que multitudes acudían para oírle y ser curados de sus enfermedades. Pero él buscaba siempre lugares solitarios donde orar.

¿Qué me estás diciendo, Señor?
Reflexiones sobre la lectura de hoy

Jesús se apoyaba mucho en la oración.
Encontramos que en ocasiones importantes: rezó antes de elegir a los doce; al enfrentar a su Pasión y muerte, y a menudo, como parte de su vida, se retiraba a lugares tranquilos a orar.
Su ministerio necesitaba el soporte y la energía vital que le entregaba su relación con el Padre.
Con nosotros, nuestra vida en el amor necesita la energía de la oración.
Ella refuerza la vida familiar, la amistad, el trabajo y nuestra relación con los demás.
Cuando incorporamos a nuestras oraciones, el amor y las obligaciones de nuestras vidas, somos llevados hacia el origen de nuestras convicciones y compromisos hacia Dios y hacia los demás.
De Espacio Sagrado

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