Por José María Martín OSA
1.- Nos conocerán por nuestras obras. Juan Pablo II en su encuentro con los jóvenes en Madrid les animó a ser "testigos de la esperanza en nuestro mundo". Estas palabras son la actualización del mensaje de Jesús poco antes de despedirse de los Once: "Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado". El domingo pasado Jesús nos decía que el que le ama cumple sus mandamientos. Su mandato es sólo uno: "Amaos unos a otros como yo os he amado. En esto conocerán que sois mis discípulos". Es decir, se nos conocerá por nuestras obras. Si no hacemos las obras que Dios espera de nosotros, entonces es que no le conocemos ni le amamos. San Agustín decía que la necesidad de obrar seguirá en la tierra, pero el deseo de la ascensión ha de estar en el cielo: "aquí la esperanza, allí la realidad". Con frecuencia se ha acusado a los cristianos de desentenderse de los asuntos de este mundo, mirando sólo hacia el cielo. No podemos vivir una fe desencarnada de la vida. La Iglesia somos todos los bautizados, luego todos debemos implicarnos en la defensa de cosas tan importantes como la defensa de la vida, de la dignidad del ser humano, de la justicia y de la paz.
2.- Ser testigos de Jesús. ¿Cómo vivo yo el encargo que Jesús me hace de guardar lo que nos ha mandado? Guardar no significa meter en el frigorífico o esconder en un hoyo, significa personalizar y asumir los valores del Evangelio. ¿Qué estoy haciendo para que mi fe me lleve a comprometerme en la transformación de este mundo?, ¿Cómo llevo la Eucaristía a la vida, me comprometo en la misión que cada domingo se me encomienda en la celebración eucarística? No es fácil la tarea que nos asigna el Señor. Sin embargo, Jesús nos pide que seamos sus testigos.
3.- Jesús anuncia que no nos deja solos: "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". El Libro de los Hechos recalca que les hace la promesa de que el Espíritu Santo descenderá sobre ellos para fortalecerles. Nosotros hemos recibido el Espíritu Santo en la Confirmación. ¿Por qué somos tan medrosos?, ¿por qué nos quedamos mirando al cielo? Si Cristo está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Es la hora ser cristianos comprometidos. No nos escondamos cuando veamos que nuestro mundo necesita la Buena Noticia. Seamos luz y medicina. La gracia que has recibido en el Bautismo no es para ti, tú eres un administrador que debe poner sus bienes al servicio de la construcción de la comunidad para bien de los hermanos. Que podamos decir al final de la jornada: "Señor, cumplimos lo que nos mandaste, danos lo que nos prometiste" (San Agustín, Sermón 395)
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