Un enigma que me fascina es saber cómo el papa Ratzinger ha conseguido meterse en el bolsillo al teólogo más díscolo de la Iglesia católica, el suizo Hans Küng. En Italia, donde ha presentado el primer volumen de sus memorias, ha dicho que el Papa ha cometido “serias equivocaciones”, pero que no ha perdido la esperanza de que sea capaz “de otras acciones valerosas”.
“Este Papa ha cometido fallos serios, pero se ha mostrado capaz de corregirse. Tengo que serle grato, ya que su predecesor (Juan Pablo II) jamás respondió a mis cartas y él, por el contrario, me recibió inmediatamente en 2005 (en Castel Gandolfo), con una cena y varias horas de coloquio comprometido”, ha declarado Küng al suplemento cultural de La Repúbblica.
¿Qué le diría en aquella cena Benedicto XVI a su antiguo colega de Tubinga, con el que antaño compartió amistad y competencia? Posiblemente lo que muchos, en nuestra modestia, percibimos al ser elegido el nuevo papa: que el ex presidente de la Doctrina de la Fe iba a cambiar el “chip”. Se esperaban de él algunas reformas, “acciones valerosas” que Küng sigue esperando.
En una ocasión que lo encontré en Madrid me explicó su secreto para vender masivamente sus libros de teología. En realidad Küng no es sólo Küng, sino todo un equipo con los que elabora tratados que pueden ser al mismo tiempo serios y asequibles. La teología no tiene necesariamente que ser un rollo indigerible, si se sabe escribir y, sobre todo, se sabe sentir.
Decían de Rahner que sus mejores tratados eran los que dictaba en trance, tumbado en un sofá.
A los que juzgan a Hans Küng como un enemigo peligroso, un quintacolumnista dentro de la Iglesia, les recordaría que los reformadores han hecho mayor bien a la Iglesia que muchos jerarcas. Se me antoja que el binomio Ratzinger-Kúng quedará en la historia como uno de esos capítulos a tener en cuenta pues demuestran que el mundo y la Iglesia avanzan dialécticamente. Que hacen falta pastores y profetas.
A los que juzgan a Hans Küng como un enemigo peligroso, un quintacolumnista dentro de la Iglesia, les recordaría que los reformadores han hecho mayor bien a la Iglesia que muchos jerarcas. Se me antoja que el binomio Ratzinger-Kúng quedará en la historia como uno de esos capítulos a tener en cuenta pues demuestran que el mundo y la Iglesia avanzan dialécticamente. Que hacen falta pastores y profetas.
Pedro Miguel Lamet
De su blog "El alegre cansancio"
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