"Los que escandalizan a los pequeños merecen que les cuelguen una piedra de molino al cuello y los tiren al mar".
Valiente, decidido, como lo viene siendo desde siempre en esta dura cuestión, profundamente evangélico, Benedicto XVI volvió a lanzar un mensaje de "tolerancia cero" hacia los pederastas en el seno de la Iglesia.
Condena tajante, sin tapujos, y sin excepciones. Venga de donde venga. Un gran gesto del Papa, y un interrogante que, en muy pocos días, comenzará a ser desvelado: ¿Se atreverá a echarlos al mar? ¿Lo hará la próxima semana, cuando entregue a los obispos irlandeses la carta de disculpas y de reglas de actuación ante el escándalo de los abusos sexuales en este país? ¿Será ejemplar en la condena de las actitudes de Maciel y quienes conocían, aprobaban o silenciaban los abusos en la Legión? Aunque después alguien nos acuse de ingenuos, estamos convencidos de que el Papa no va a dar un paso atrás en su decidida defensa de los derechos de los niños, y en la persecución y la condena a estos maltratadores.
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