El sistema parroquial sigue vigente en la pastoral de la iglesia católica, aunque de hechoquedó obsoleto hace cien años. Y ha sido así porque no supo renovarse, acomodando sus servicios a las nuevas realidades. Fue un sistema para atender la religiosidad rural y que fue trasladada sin mayor reflexión a la vida ciudadana. Como las condiciones eran muy distintas, el resultado ha sido un fracaso. No hay una pastoral propia para los grandes conglomerados humanos que conforman las ciudades.
Según la definición canónica, “la parroquia es una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la iglesia particular (obispados) cuyo cuidado pastoral se encarga a la autoridad del obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio’ (CIC can. 515, 1).
Como se ve, es una definición muy general.
Ordinariamente las parroquias se definen por un territorio. Hay excepciones.
Una parroquia es de por sí centrípeta. Es decir, ofrece una respuesta pastoral a los que se sienten parte o se acercan a ella, para fortalecer su fe participando de los sacramentos, mantener la esperanza mediante la animación comunitaria y vivir la solidaridad.
Una parroquia es de por sí centrípeta. Es decir, ofrece una respuesta pastoral a los que se sienten parte o se acercan a ella, para fortalecer su fe participando de los sacramentos, mantener la esperanza mediante la animación comunitaria y vivir la solidaridad.
La asamblea eucarística, la santa cena o la misa, vocablos casi similares, es la fuente nutriente de una comunidad que debe ser fraterna. Los que desean recibir instrucción religiosa, van a la parroquia. Los que quieren recibir sacramentos, van a la parroquia. Los que buscan iluminar sus vidas con el conocimiento de la palabra de Dios, van a la parroquia. Los que necesitan apoyo solidario para sus necesidades de vida, van a la parroquia. Es decir, la parroquia, tal como está establecida, atiende a los que ya están.
Pero este tipo de parroquia enfrenta varias dificultades:
Porque la parroquia es:
- un territorio.
- un territorio.
-una estructura (espacios, edificios).
-una organización: piramidal, canónica, clerical.
-un servicio: sacramental, ritual, asistencial, catequístico, de mantención.
-una comunidad de personas, de intereses, de experiencias, de virtudes y pecados.
Entre los aspectos que juegan en contra de una parroquia “viva” están:
- la rutina administrativa y burocrática.
- La actitud receptiva de cuidar una oveja dejando las 99 en el campo.
-la rutina celebrativa por sobre la celebración de la vida.
-el liderazgo clerical, cuando el cura se hace propietario de su comunidad.
-El cuidado de las estructuras, generalmente obesas.
- el crecimiento desbordante de la población que supera su capacidad de respuesta.
Numerosos son los documentos eclesiales que hablan de una parroquia misionera, es decir, evangelizadora, abierta y en salida hacia su ambiente, hacia las periferias, hacia los desafíos.
¿Podrán asumir esa tarea si ya están copadas en su respuesta ad intra? Una parroquia misionera debe tener en cuenta a los alejados geográficamente (periferias); a los olvidados socialmente (pobres). A los abandonados religiosamente (el 90% de su población). Pero, en la generalidad, las parroquias actuales apenas dan abasto para atender el 10% que se siente perteneciente a ella.
A una parroquia con sentido misionero, en cambio, se le pide atender en varias dimensiones:
- Dimensión carismática: ofrecer el evangelio integral y no solamente en insistencias de tipo moral.
- Dimensión teológica: trabajar por establecer los valores del Reino.
- Dimensión humana: compartir la vida real y no ser un castillo.
-
Dimensión pastoral: ir pasando de rebaño a comunidad.
- Dimensión profética: promover comunidades extra templo, allí donde la gente vive, trabaja, participa, crea sociedad.
- Dimensión teológica: trabajar por establecer los valores del Reino.
- Dimensión humana: compartir la vida real y no ser un castillo.
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Dimensión pastoral: ir pasando de rebaño a comunidad.
- Dimensión profética: promover comunidades extra templo, allí donde la gente vive, trabaja, participa, crea sociedad.
Por todo lo dicho se ve que la actual estructura parroquial no es la apropiada para el anuncio explícito del mensaje liberador de Jesús.
Después del Concilio Vaticano II se planteó la necesidad de crear comunidades de base.Su multiplicación sería la solución que la iglesia podría ofrecer a personas, familias, grupos y entidades, para vivir la fe, la esperanza y la solidaridad. Con el paso del tiempo esa respuesta se ha ido desdibujando, si bien permanece en experiencias generalmente semiurbanas.
Los movimientos de espiritualidad se sumaron a ese tipo de experiencia religiosa y han tenido más éxito en cuanto que son grupos más afiatados, proselitistas y píos, pero que fácilmente caen en el intimismo y en el enclaustramiento.
No sé si una iglesia un tanto aletargada como la que padecemos (hablo de Chile), podrá salir del atolladero en que vive. Los encuentros pastorales se multiplican para analizar y dialogar, pero los planteamientos a los que se llega son los mismos de siempre, como si la sociedad no hubiera cambiado en estos últimos cincuenta años.
En los medios de comunicación y en las tecnologías cada día más invasivas, no existe presencia de nuestra iglesia.
Sería entendible si se hubiera optado conscientemente por el “pequeño rebaño” comunitario y hubiéramos aprendido con humildad a no ser figurones. Pero me parece que esto está sucediendo a regañadientes. Seguimos anhelando ser alguien en el concierto social cuando en realidad pesamos bien poco.
La pastoral de los grandes centros urbanos es un desafío tan grande que no nos atrevemos a enfrentarlo. Entonces, en nuestras reuniones pastorales, seguimos discutiendo nimiedades litúrgicas sin reconocer que un solo partido de fútbol puede despertar más interés y seguimiento que todas las misas dominicales de la ciudad.
¿Qué reemplazo inteligente podrá tener la parroquia? ¿Qué ha fallado para que las comunidades de base se hayan agotado?
No tengo la menor idea. Quizás usted tampoco. Pero, precisamente porque estamos a oscuras, podremos empezar a buscar la luz que nos falta.
Las gentes necesitan más abrazos que rezos. Más alegría que lamentos. Mássolidaridad que egoísmos. Más esperanzas que esperas. Más humanidad que promesas celestiales.
¿Acaso no estamos recordando en este tiempo tan cercano a la Navidad, que Dios quiso entrar en nuestra historia para solidarizar con nosotros tan necesitados de abrazos, de alegrías, de solidaridad, de esperanzas y de humanidad?
José Agustín Cabre, claretiano
El catalejo del Pepe
RD
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